Escucho en la radio que los gobiernos de Francia y Alemania
rendirán homenaje a la memoria de un compatriota ejemplar, don Gilberto
Bosques, y la iniciativa me llena de alegría. En este espacio me he referido
varias veces a la gesta de don Gilberto y me he preguntado por qué nadie de
nuestra clase política o intelectual, que yo sepa, ha propuesto que su nombre
sea inscrito en los muros del Congreso o que una gran avenida lleve su nombre.
Desde luego no lo esperaría de la izquierda progresista y buena a cargo de la
ciudad, arrobada como está con los Aliyev, los Chávez y los Kim Il Sung.
Pedí públicamente antes y hoy lo reitero: que la efigie del
héroe mexicano, a quien alguien caracterizó como “el Schindler mexicano”, sea
instalada en el Paseo de la Reforma en el lugar en donde el perredismo intentó
entronizar al dictador azerí. Sé que éste es un grito en el desierto y que no
habrá un solo progresista del actual gobierno que acuse recibo, pero es mi
obligación insistir.
Para documentar tal petición, aquí parte de lo que publiqué
en octubre de 2008:
EL MES PASADO SE CUMPLIERON 116 AÑOS DEL NATALICIO y 13 de
la muerte de un mexicano en cuya memoria una de las avenidas principales del
barrio vienés de Donaustadt fue bautizada como “Paseo Gilberto Bosques”, en
homenaje a la empresa humanitaria que salvó la vida a casi 40 mil seres humanos
que huían del terror fascista, entre ellos muchos judíos. En la lista de
quienes así escaparon al holocausto hay nombres como María Zambrano, Carl
Aylwin, Manuel Altolaguirre, Wolfgang Paalen, Max Aub, Marietta Blau, Ernst
Roemer y Walter Gruen.
Y otros que nos recuerda Humberto Musacchio: “el crítico de
arte Paul Westheim, la escritora Anna Seghers, autora de La séptima cruz,
llevada al cine en Hollywood con Gregory Peck; el reportero raudo, Egon Erwin
Kisch, autor del libro que fue base de la película Coronel Redl; el escritor
Ludwig Renn y muchos más que en México fueron catedráticos universitarios,
constituyeron sociedades culturales y la editorial El Libro Libre, fundaron
varios periódicos y crearon grupos de teatro y musicales; gente, en fin, que
hizo un aporte invaluable a la cultura mexicana, como resultado de una resuelta
política de asilo, algo que nunca entendieron Ernesto Zedillo, Vicente Fox ni
Felipe Calderón”.
Gilberto Bosques no tiene un monumento en México, pero su
ejemplo habla de lo mejor de nuestro pueblo y de la gran tradición diplomática
mexicana, la que reconoció al Japón en 1888, la que abrió las puertas al exilio
español en 1939, la que salvó la vida a decenas de chilenos en 1973 cuando el
golpe de Pinochet, la que nos dio a Genaro Estrada. Este Señor, Gilberto
Bosques, a quien pocos recuerdan hoy, cumplió su deber con digna serenidad. A
la manera de Thoreau, se negó al camino fácil de cerrar los ojos a “lo
inevitable” y eligió asumir la responsabilidad de una decisión que en más de
una oportunidad lo enfrentó con el mismo gobierno de su país.
En 1988 la Secretaría de Relaciones Exteriores publicó su
testimonio. Aquí fragmentos:
“Al ocurrir la invasión alemana a Francia […] tuvimos que
recurrir a medidas extremas para la defensa de los mexicanos. Por ejemplo en el
caso de un señor Béistegui, hijo del que fuera ministro de México en París y
Berlín, durante los últimos años del porfiriato, […] aprehendido y llevado a
prisión sin explicación alguna. En su auxilio, resolví clausurar las visas para
los franceses, medida que el gobierno francés estimó como muy grave, porque
esos casos se deciden de gobierno a gobierno, o al menos por instrucciones del
gobierno a la misión diplomática. Pero como la jurisdicción del cónsul se cifra
especialmente en el auxilio de los mexicanos, resultaba un caso que
correspondía al consulado […]. Ese señor
fue tratado con mucha crueldad. La mujer estaba enferma de tuberculosis y
murió. A Béistegui le permitieron asistir, con guardia, al entierro. Luego de
poner en un sepulcro a su señora, lo regresaron de inmediato a la prisión.
“Las medidas tomadas para auxiliar a los refugiados
españoles pronto resultaron insuficientes ante la enorme afluencia de exiliados
[…]. Se instalaron dos campos de refugio en dos barrios de Marsella, Mennet y
Sulevin, en donde tuvieron abrigo y protección aquellos hombres que corrían
grandes peligros. En el castillo de la Reynarde había de 800 a 850 personas,
que tenían todo lo necesario […]. En el castillo de Montgrand había unos 500
niños y mujeres […]. Se tuvo que instalar una oficina jurídica para defender a
aquellas personas que, por conducto diplomático, el gobierno español pedía la
extradición. Para esto contábamos con un abogado francés, que había sido ministro,
quien nos prestó grandes servicios […]. Luego hubo que establecer una oficina
de trabajo, de colocaciones, porque estaban llevando a los españoles a las
compañías de trabajo forzado […]. Así pudimos proporcionarles ocupación,
evitando que fueran llevados a las compañías de trabajo forzado en Francia y
Alemania.
“A la salida de los prisioneros, el embarque se volvía una
empresa muy laboriosa. Hacíamos embarques en Marsella o en Casablanca, en
África, para lo cual era necesario trasladarlos hasta allá. Todo eso
representaba una acción compleja. También se prestaba auxilio médico en los
campos y se mandaban medicinas, a veces acompañadas de ayuda monetaria. Se
costeó el rescate de los niños, algunos de los cuales, huérfanos la mayoría,
fueron recogidos en los alrededores de los campos, de donde escapaban en
condiciones lamentables. En el invierno se recogieron niños que tenían los pies
congelados.
“El espionaje era una preocupación importante para el
consulado. Había que estar muy alertas, porque cuando se trató de auxiliar a
los miembros de las brigadas internacionales se presentaron espías alemanes.
Eran éstos originarios de la frontera de Alsacia y la Lorena y hablaban un buen
francés. Se presentaban con su documentación irreprochable. Y pedían el auxilio
de México para su supuesta salida de Francia; su propósito era incorporarse al
grupo de refugiados para espiarlos. Pudimos defendernos. Regularmente los
espías alemanes llegaban en pareja, se vigilaban uno al otro, se cuidaban […].
Hubo un espía alemán a quien me negué a documentar, pero que quién sabe por qué
artes llegó a México. Lo encontré con derecho de picaporte al despacho del
licenciado Ezequiel Padilla. Para otro tipo de gestiones […] tuvimos el
concurso, dentro del gobierno de Vichy, de ciertos patriotas franceses que nos
ayudaban, sobre todo en cuestión de información, y [para] avisarnos de la
vigilancia de la Gestapo y de la policía de Vichy […].
“Se trataba de resolver el estatus jurídico que iban a tener
los españoles refugiados en Francia, en tránsito a México. El ministro en
París, Luis I. Rodríguez, dirigió al gobierno de Vichy una nota para llegar a
un acuerdo formal sobre el particular. Esa nota se hizo de acuerdo con las
instrucciones directas del señor presidente Lázaro Cárdenas. Contemplaba la
estancia y el embarque de los españoles hacia México.
“Esta nota determinó un acuerdo, por el cual el gobierno
francés admitió la acción para documentar a estos señores su salida hacia
México. Ese acuerdo abrió la posibilidad de salida de un buen número de
refugiados y que se les pudiera atender y auxiliar dentro del territorio
francés. Más tarde se consiguió que el acuerdo tuviera también vigencia para
los miembros de las brigadas internacionales, que habían combatido por la
República en territorio español.
“La decisión de ofrecer a los españoles el estatuto de
inmigrantes más que de refugiados, se tomó en la Secretaría de Gobernación en
México. Se les dio además la facilidad de que, por la simple declaración de los
interesados, se les concedería la nacionalidad mexicana. Esa adopción de la
nacionalidad era posible por la manifestación de su voluntad, sin más trámite,
como lo había señalado el presidente Cárdenas.
“México amplió su asistencia protectora a todos los
refugiados antinazis y antifascistas refugiados en Francia. De modo que
documentamos y les dimos facilidades de salida. Hubo que ayudarlos a escapar de
Francia e ir a organizar el pie veterano de las guerras de liberación en
Austria, en Italia, en Yugoslavia. Los documentábamos para que sirviera la visa
como protección ante la policía francesa. Decían ‘yo voy a México’ y ya no se
les molestaba, considerando que dejaban de ser un problema policiaco. Además,
así se les facilitaba la salida, la acción de liberación de sus respectivos países.
Se mandó, por ejemplo, gente muy importante a Italia, como Luigi Longo, del
Partido Comunista, y otros más.
“Una tarde, documentamos con el ministro Rodríguez a unos
cincuenta italianos que salieron para la guerra de liberación de su patria.
Documentamos a los que llegaron a ser después figuras prominentes en la guerra
de Yugoslavia, menos a Tito, que no pasó por Francia.
“De la zona ocupada fueron deportados 5,000 judíos a
Alemania; y en la zona no ocupada, bajo el gobierno de Vichy, se hizo una razia
de 4,000 judíos que fueron entregados a las autoridades alemanas. Pero en París
con motivo de otros atentados, se capturó a todos los judíos que tenían la
obligación de llevar visible, en el brazo o el pecho, una cruz amarilla, que
les identificaba su nacionalidad. A esa población judía la dividieron en campos
de concentración para varones, para mujeres y para niños.
“Entonces creí conveniente proponer al gobierno, por
conducto de Relaciones Exteriores, la ruptura de nuestras relaciones con
Francia, esgrimiendo un principio de resonancia universal, un principio que
estaba en una de las causas profundas de la misma guerra, porque traía como una
bandera la persecución judía, el exterminio de la raza judía. La Secretaría de
Relaciones, por lo que recuerdo, contestó diciendo que consideraría y
examinaría esa propuesta, pero que por el momento creían que no era oportuno. Lo
que yo creí que era imperativo para la Secretaría de Relaciones resultó que no
lo era.
“En ese marco punzante del drama humano, la asistencia y la
ayuda para los perseguidos israelitas tomó la dimensión de un deber de carácter
humano. No había tomado México una actitud franca, abierta, categórica en el
asunto. Pero el drama estaba ahí y había que ayudar a esa gente. Nuestra ayuda
consistió en la ocultación de ciertas personas, en documentar a otras, darles
facilidades, mejor dicho llevarlas hacia la posibilidad de una salida de
Francia, salida que era muy difícil. Con la documentación mexicana salieron
muchos. Algunos de ellos contaban con la admisión previa de parte del gobierno,
a otros se les documentó para que simplemente se les protegiera y se les ayudó,
al procurarles la vía de salida de Francia y salvarse.
“Al decidirse el rompimiento de relaciones entre México y el
gobierno de Vichy, estaba yo encargado de la legación […].Recibí instrucciones
de la Secretaría en el sentido de que presentara una nota de ruptura de acuerdo
con lo manifestado al encargado de negocios de Francia en México. Yo no sabía
lo que le había dicho la Secretaría. En el discurso del presidente Ávila
Camacho, captado por radio por mis colaboradores, fundé la nota de ruptura que
presenté al gobierno francés. No estaba Laval y no se encontraba tampoco el
viceministro de Relaciones, Rochat. Estaba un señor Lagarde, que había estado
en México. Le entregué la nota de ruptura, acompañada de una ampliación verbal
del texto de la nota, como es de rigor. Lagarde lloró, porque tenía un gran
cariño por México.
“Después de la ruptura nos preparamos para afrontar aquellas
condiciones. Se tuvo que quemar el archivo de la legación. En esta situación,
fue asaltada la legación por los alemanes. El hecho revistió aspectos bastante
serios, violentos. Un oficial del ejército alemán, encargado de representar a
su gobierno, vino con un grupo de la Gestapo […]. Me dijeron que abriera la
caja fuerte para ver lo que había. Les dije: ‘Hay dinero, nada más’. El oficial
respondió: ‘No, eso se respeta. Nosotros no venimos por dinero, sólo queremos
ver el contenido’. Abrí la caja y vieron que sólo había dinero. Pero vino la
ofensiva de la Gestapo […] para obligar al oficial a decomisar los fondos de la
misión […]. Entonces este señor me dijo: ‘Yo soy miembro del ejército. Me
ordenaron esta clase de actos en comisión especial. He aceptado por disciplina.
El ejército alemán se deshonra con un acto de esta naturaleza […]. Entiendo que
ese oficial fue fusilado”. 25.9.13
Tuit: @sanchezdearmas
Blog: www.sanchezdearmas.mx
Si desea recibir Juego de ojos en su correo, envíe un
mensaje a: juegodeojos@gmail.com
No hay comentarios.
Publicar un comentario