- Se encontraron piedras careadas que debieron formar parte de edificios prehispánicos, materiales cerámicos, restos óseos humanos y huesos grandes de animales
- La investigación arroja que el cenote de Dzibilchaltún refleja diversos momentos de ocupación humana
Ilan Vit Suzan, responsable operativo del sitio
arqueológico, detalló que a lo largo de 2017 se realizaron dichas labores
mediante la participación de un grupo de buzos certificados bajo la dirección
del biólogo Rodrigo Ojeda, apoyado con recursos del Programa de Conservación
para el Desarrollo Sostenible (Procodes) de la Comisión Nacional de Áreas
Naturales Protegidas (Conanp), bajo la supervisión directa del INAH.
Uno de los objetivos principales fue la extracción de
especies invasivas de peces que compiten con las endémicas de forma muy
agresiva. Para ello fue necesario retirar gran parte del nenúfar que crece en
el suelo del cenote, ya que dichas especies se esconden entre las hojas y
raíces del nenúfar. También se aprovechó para retirar toda la basura que se
había acumulado en el fondo del cenote y de la caverna principal, localizada en
el costado oeste de la oquedad.
En una de las últimas sesiones de limpieza, un buzo
experimentado en la exploración de cuevas en la península de Yucatán, Erick
Sosa, identificó en el costado noreste del cenote una pequeña entrada, cubierta
de vegetación, a lo que fue una caverna lateral de pequeñas dimensiones. En la
siguiente sesión, entraron a esta caverna otro buzo experimentado, Cristian
Celun; un biólogo del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados
(Cinvestav), Luis Felaco, y el responsable de la zona, Ilan Vit.
En el interior de la caverna, identificada como una
ampliación de la galería lateral que en algún momento debió rodear todo el
fondo del cenote, se hallaron múltiples piedras careadas que debieron formar
parte de las mamposterías de edificios prehispánicos sobre la superficie de un
alud inclinado que forma el suelo de la caverna.
Sobre estas piedras se encuentran vestigios de materiales
cerámicos prehispánicos, pudiéndose distinguir algunas ollas de tamaño medio,
cajetes divergentes con policromía y fragmentos de cerámica utilitaria. También
se hallaron restos óseos humanos y huesos grandes de animales, posiblemente del
ganado que se alojaba en un corral contiguo al cenote, en tiempos novohispanos.
Indicó que otro detalle significativo es que sobre estos
materiales arqueológicos se halla una línea de vida que utilizan los buzos para
explorar cuevas y cavernas inundadas. Lo más interesante de esta línea es que
en varios lugares está parcialmente sepultada por otras piedras que debieron
haber rodado posteriormente sobre ella.
La exploración subacuática del cenote Xlacah en
Dzibilchaltún sólo se ha llevado a cabo en dos ocasiones: primero a finales de
los años cincuenta, por parte del arqueólogo norteamericano Wyllys Andrews IV,
en la que participó el famoso buzo Luis Marden; y la segunda, a finales de los
años noventa, por el biólogo norteamericano Thomas Iliffe. Es probable que la
línea de vida haya sido colocada por los segundos exploradores, ya que Andrews
no la reporta en ninguna de sus publicaciones y, como se acostumbraba en
aquellos años, hubiera extraído todos los materiales arqueológicos.
De ser así, llama la atención que en dos décadas haya habido
suficiente movimiento de aguas capaces de mover piedras, de tal suerte que
terminaran sepultando la línea de vida.
También en 2017 se aprovechó el traslado de varios equipos
de sondeo geofísico a Dzibilchaltún, desde la Ciudad de México, para realizar
tomografías eléctricas y sondeos electromagnéticos del subsuelo, plataforma y
basamento del Templo de las Siete Muñecas, por el doctor José Ortega Ramírez,
encargado del Laboratorio de Geofísica del INAH.
Una vez finalizadas las labores en el edificio, se consideró
la posibilidad de aprovechar el equipo para hacer una prueba de su
funcionamiento sobre un cuerpo de agua. Ya se había reportado el uso exitoso de
estos equipos en dichas condiciones, fuera de México, pero nunca se había
intentado hacerlo en este país. Para ello se requirió una pequeña embarcación
de fibra de vidrio para colocar la antena del georradar en el fondo y poder
monitorear su funcionamiento con un visor computarizado, desde la misma
embarcación.
El resultado fue muy interesante, ya que no sólo se
identificó el estrato de agua, sino que también pudieron verse dos estratos
sobrepuestos en el fondo del cenote. Dados los perfiles del estrato más
profundo, es posible que el cenote haya sido intencionalmente transformado
desde tiempos prehispánicos para adecuar el escombro que naturalmente se había
acumulado al centro del cenote, producido por los procesos de disolución de los
suelos cársticos de la Península de Yucatán, para conformar un nivel homogéneo
que fuese útil para uso humano.
Los resultados de este par de investigaciones preliminares
sugieren que el cenote Xlacah de Dzibilchaltún refleja diversos momentos de
adecuación humana que corresponden a varios periodos históricos, desde la
ocupación del sitio por un asentamiento maya de finales del Clásico, que llegó
a contar con una población de 10,000 o 15,000 habitantes, hasta el presente,
cuando el sitio se ha convertido en una zona arqueológica abierta al público,
pasando por un asentamiento mediano del Posclásico, una hacienda ganadera
novohispana y una hacienda henequenera del XIX.
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