- La obra, autoría del coordinador nacional de Museos y Exposiciones del INAH, José Enrique Ortiz Lanz, se presentó en la 39 FIL de Minería
- La versión más conocida del juego es aquella cuyas figuras se atribuyen al inmigrante francés Clemente Jaques, quien llegó a la Ciudad de México en 1880
Durante la presentación del libro de su autoría, titulada
¡Lotería! Un mundo de imágenes. Las loterías de figuras en Campeche y México,
en la 39 Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, el arquitecto
dijo que es un trabajo de cuatro años de investigación, cuya idea principal es
rescatar las imágenes y los cantares de la lotería como parte de las
identidades mexicanas.
“El libro puede ser revisado de dos formas, la primera como
un código visual que los va a conducir por cinco o más centurias de historia
universal, y la segunda a través de la lectura amena”.
Durante los comentarios de la publicación, el historiador
César Moheno manifestó que “en las 336 páginas de gran formato, cuya edición
estuvo a cargo de Enzia Verduchi, encontramos imágenes que —como dice José
Enrique—, une a varios pueblos de nuestro territorio con Nápoles.
“Al revisar el libro comprendí que el juego con el cual
tantas veces nos divertimos, motivados por nuestras abuelas, es un crisol de
geografías, tiempos y arte que ha
pervivido por muchos siglos”.
Auspiciada por el Consejo Editorial de la H. Cámara de
Diputados, en coordinación con el Gobierno de Campeche, la obra está integrada
por cinco apartados y 14 capítulos. Entre los temas que analiza destacan el
origen europeo que tiene el juego, la llegada y presencia que tuvo en el territorio
mexicano durante el siglo XIX, y la forma en que se ha reconfigurado en el
México contemporáneo.
En el capítulo XI, titulado ¡Ciprés de México!, Ortiz Lanz
refiere que el proceso de creación de las loterías en el país pasó por tres
momentos. Primero coexistieron los números y los cartones durante varias
décadas de la segunda mitad del siglo XIX, esto como parte de una influencia y
tradición italiana, específicamente de Nápoles, donde desde hace
aproximadamente 500 años se practicaba ese tipo de juego de azar y se conocía
con el nombre de lotto.
La segunda etapa consistió en las llamadas “Polacas”,
loterías que al parecer se jugaban con la baraja española o italiana. Y la
tercera, aquella que remite a las décadas de los sesenta y setenta del siglo
XIX, con la aparición de los primeros tipos de figuras que consolidaron y
modificaron —a lo largo de cinco o seis décadas hasta pasada la Revolución
Mexicana— la exigencia de crear elementos que hablaran de “lo mexicano”.
De acuerdo con el arquitecto, existieron muchas loterías
mexicanas, como aquella de principios del siglo XX, hecha por José Guadalupe
Posada, que resumía muchas de las figuras que seguramente se cantaban en las
ferias populares, por ejemplo “El perverso”, que podría ser una alusión cómica
de “El valiente”, y “La seductora”, que representaba una burla de “La dama”.
Sin embargo, la versión más conocida se atribuye al
inmigrante de origen francés Clemente Jaques, quien llegó a la Ciudad de México
en 1880, y para 1887 ya había establecido un próspero negocio de industria
embotelladora en Campeche.
Jaques utilizó la impresión para promocionar sus productos
en diversas ferias mundiales, tal es el caso de la salsa de tomate cátsup, cuya
imagen está representada en la carta denominada “La botella”.
En 1913 creó formalmente y registró su propia marca de
cartas (54 en total), bajo el nombre “Pasatiempos El Gallo”, y adoptó como
símbolo heráldico la imagen de este animal, emblema nacional de su natal
Francia.
En tanto, la lotería campechana o peninsular está compuesta
por 90 figuras desarrolladas gráficamente por el comerciante José María Evia,
en 1895, quien usaba imágenes para la propaganda de sus cigarros; la gente
recortaba las ilustraciones que aparecían ahí y las pegaban en una planilla
para dar inicio a la partida.
Ortiz Lanz destacó que la lotería campechana es el código
completo más antiguo que ha sobrevivido de imágenes y números usados en México
para jugar la lotería de figuras. Actualmente en algunas plazas públicas de
Campeche se practica este juego los sábados.
“Tuvo dos formas de jugarse, una para adultos y otra para
niños, desafortunadamente la primera se perdió con el tiempo y la infantil fue
la que se conservó. La dedicada a la gente mayor tenía un toque de erotismo y
doble sentido, se basaba en versos y burlas para reírse de los personajes y crear
un juego de palabras”, precisó.
La lotería de Clemente Jaques retomó muchas figuras de otras
y canceló cartas, como la de “Adán y Eva” que sí aparecía en la campechana, en
cambio, sobrevivieron aquellas vinculadas al tarot, como “La muerte”, “El sol”
y “La luna”, incluso algunas las hizo ver más dulces, ya que utilizó
diminutivos como “El Diablito”, término popular en la expresión mexicana.
Otra carta interesante es “El negrito”, cuya imagen durante
el siglo XIX era objeto de burla. En la lotería campechana aparece este
personaje con un gato que le provoca un accidente y era sinónimo de mala
suerte. Clemente Jaques cambia el sentido de la imagen e hizo una
representación cariñosa al retratarlo a modo de bailarín.
Cartas como “La escalera”, “La mano” —puntualizó—, están
relacionadas con los símbolos de La Pasión, incluso, “El gallo” también implica
una connotación religiosa ya que remite al apóstol san Pedro.
En la publicación también aparecen algunos ejemplos de
loterías que son una especie de espejos de la sociedad moderna, como La lotería
de la Condesa, Moy Volcovich, editada por Grupo Industrial Feld, México, año
1996; Lotería Arturo Rivera, Editorial Resistencia, México, 2013; y La suerte
que habla (LuckTalks), Patricia Espinosa (ilustraciones) y Martha Bátiz
(Coplas). Alas. Atelier & Art Space, 2016, entre otras.
El autor finalizó que el libro busca también revisar la
importancia que tiene este juego para las poblaciones mexicoamericanas. “Es un
tema digno de estudio ya que se están creando muchas obras de arte
contemporáneas de la lotería, donde se reinterpreta la imagen de nosotros
mismos”.
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