Paris.- Con ocasión del Día Mundial contra la Impunidad de
los Crímenes contra Periodistas, este 2 de noviembre, Reporteros Sin Fronteras
(RSF) publica una oscura galería de retratos: los de 35 jefes de Estado,
políticos, líderes religiosos, milicias y organizaciones criminales que
censuran, encarcelan, torturan o asesinan a periodistas. La mayoría de estos
Depredadores de la Libertad de Prensa causan estragos desde hace años, e
incluso décadas.
Para denunciar la impunidad en la que permanecen sus
crímenes, RSF ha elaborado una ficha de cada uno de estos depredadores en la
que se describen sus principales técnicas de ataque, sus brazos armados, sus
blancos preferidos, su discurso oficial –generalmente entre las amenazas y la
negación-, y sus trofeos de caza. Estas fichas también recuerdan en cada uno de
los casos la lamentable puntuación de su país en la Clasificación Mundial de la
Libertad de Prensa de Reporteros Sin Fronteras.
Estos Depredadores de la Libertad de Prensa emplean diversas
técnicas. Algunos torturan y asesinan valiéndose de sus brazos armados, otros
llevan a cabo detenciones masivas o arbitrarias, mientras que los más usan
métodos indirectos: se valen de leyes antiterroristas, del delito de lesa
majestad, o se sirven de la asfixia financiera. La lista no es exhaustiva, y
los depredadores que en ella figuran son aquellos que más se han distinguido
entre 2015 y 2016.
Estos depredadores son los que más pisotean la libertad de prensa y cometen las peores atrocidades contra los periodistas, sin que se les moleste", indica el Secretario General de Reporteros Sin Fronteras, Christophe Deloire. "A fin de romper este ciclo infernal de impunidad es necesario nombrar a un Representante Especial en las Naciones Unidas para proteger mejor a los periodistas”, añade.
Erdogan, El Estado Islámico, Maduro y Al Sisi entran en la
lista.
De Singapur a Tailandia, pasando por Cuba, Eritrea, Burundi,
la República Democrática del Congo y Sudán del Sur, la mayoría de los
depredadores siguen siendo jefes de Estado o de gobierno.
Entre los nuevos integrantes de la lista se encuentra el
presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, quien controla ahora los principales
grupos de prensa del país. El estado de emergencia instaurado precipitadamente
en julio 2016 tras el fallido golpe de Estado le dio la ocasión para detener a
más de 200 periodistas y cerrar más de 100 medios: diarios, revistas,
televisiones y radios.
Otro amante de las redadas masivas y de las detenciones
arbitrarias es el presidente de Egipto, Abdel Fatah al Sisi, que ascendió al
poder en 2014, tras el golpe de Estado militar del 3 de julio de 2013. El
régimen persigue cualquiera que tenga relación, estrecha o lejana, con los
Hermanos Musulmanes.
En la misma línea, el primer ministro de Tailandia y jefe de
la junta militar, Prayut Chan-Ocha, amordaza a periodistas, medios de
comunicación y blogueros, además de a artistas, intelectuales, universitarios y
miembros de la oposición política desde que se instauró la ley marcial, en mayo
de 2014.
En Burundi, el presidente de la República, Pierre
Nkurunziza, emprendió en 2015 una intensa campaña de represión contra los
medios de comunicación, comenzando por aquellos que cubrieron el intento de
golpe de Estado organizado por detractores del presidente que se oponían a su intención
de reelegirse, algo que infringía la Constitución. La represión adopta todo
tipo de formas: acoso judicial, encarcelamientos arbitrarios, prohibición de
difusión o de publicación, palizas, tortura, desapariciones...
En Arabia Saudí, el rey Salman bin Abdulaziz al Saud sucedió
a su hermano Abdullah, y ostenta la herencia de una dinastía que desde siempre
ha sido hostil a la libertad de prensa.
En Venezuela, el presidente Nicolás Maduro tiene sus propias
artimañas para someter a los medios de comunicación: sus amigos han comprado
medios como el diario El Universal y el canal Globovisión, lo que desencadenó
una ola de despidos y renuncias; el presidente se sirve de la escasez de papel,
orquestada astutamente, para reducir la circulación de la prensa escrita, y ha
usado una ley que criminaliza cualquier contenido que “cuestione a la autoridad
constituida legítimamente”.
En lo que respecta a los extremistas religiosos, el grupo
Estado Islámico no se detiene ante nada para sembrar el terror: secuestra y
asesina a los periodistas que no le juran lealtad. En la lista también se
encuentra Ansarullah Bangla Team, movimiento extremista islamista de Bangladesh
que publica en Facebook nombres de blasfemos –blogueros laicos y pensadores
libres– e incita a asesinarlos. En Afganistán y Pakistán, los talibanes no han
renunciado a su barbarie mortífera. Las zonas que controlan son agujeros negros
de la información, donde el trabajo periodístico es imposible.
Finalmente, ¿cómo no mencionar a los hutíes, movimiento
político chiita de Yemen que tomó el control de Saná, la capital yemení, y de
la mayor parte del país en 2014? La milicia se apoderó de los canales de
televisión (Al-Jazeera, Al-Yamane-Chabab, Yémen-Digital Média). Ya no se
registran los casos de secuestro y de desaparición de periodistas, pero
numerosos testimonios confirman las torturas infligidas en prisión.
En México, han sido detenidos varios líderes de Los Zetas,
pero el sanguinario cártel continúa con su campaña de terror con asesinatos,
secuestros y actos de barbarie.
Algunos depredadores han desaparecido desde 2013, bien
porque ya no están en el poder –como es el caso de Mahinda Rajapaksa en Sri
Lanka–, bien porque murieron –como Islam Karimov y el mulá Mohamed Omar–, o
porque dan menos de qué hablar, como los grupos rebeldes y paramilitares de
Colombia: el acuerdo de paz firmado en septiembre de 2016 entre el gobierno y
las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), aunque haya sido
rechazado en el referéndum, permite esperar días más tranquilos para los
periodistas en el país.
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