Reabrir las escuelas de manera segura requiere controlar la transmisión comunitaria de COVID-19

Un médico toma la temperatura a niño en Venezuela. OCHA/Gema Cortes

  • La decisión de reabrir los centros educativos no puede convertirse en un “juego político”, advirtió el director de emergencias de la agencia de salud de la ONU, quien pidió a los países que tengan una serie de consideraciones en cuenta. Expertos recordaron que los niños se pueden infectar de coronavirus e infectar a otros, y que, aunque en la mayoría de los casos la enfermedad es leve, algunos han muerto.

Ginebra.- La mejor y más segura manera de reabrir las escuelas durante la pandemia de COVID-19 es en medio de un contexto local de baja transmisión comunitaria, aseguraron los expertos de la Organización Mundial de la Salud.

“Es un hecho que cuando hay transmisión comunitaria intensa los niños van a estar expuestos al virus y serán parte del círculo de transmisión, algunos se infectarán e infectarán a otros”, expresó el director de emergencias de la Organización, Michael Ryan.

El experto aseguró que la decisión de abrir o no las escuelas no debe ser tomada de manera aislada, y que las mismas consideraciones que se toman para los lugares de trabajo y los sitios de cuidado a largo plazo, deben tomarse para los centros educativos.

“Todo esto depende de qué está pasando en la comunidad, y si en la comunidad la transmisión ha sido suprimida efectivamente, el país ha sido exitoso en reducirla a través de todos los contextos, entonces todo será seguro de operar”, afirmó Ryan.

La doctora María Van Kerkhove aseguró que hasta ahora todo indica que los niños tienden a ser menos afectados, y representan entre el 1 y 5% de los casos. El nivel de contagio también parece depender de la edad.

“Hay estudios de seroprevalencia que se están haciendo en niños y lo que vemos es que los niños más jóvenes, menores de 10 años tienen menos seroprevalencia, y aquellos mayores de 10 años, tiene una seroprevalencia similar a la de los adultos jóvenes mayores de 20. Lo que significa que pueden ser infectados como hemos dicho desde el comienzo, pero tienden a tener enfermedad leve. En términos de transmisión aún hay mucho que todavía tenemos que entender sobre la transmisión en los niños”, aseguró la líder técnica de la OMS.

Van Kerkhove dijo que a medida que varios países han abierto, en algunos han aparecido brotes en las escuelas, generalmente entre los niños mayores. A la hora de reabrir, dijo, hay un número de consideraciones que han de tenerse en cuenta.

“Con relación a la transmisión en la zona local o el área de la escuela, el tipo de estructura que tiene la escuela, las habilidades de la escuela de poder implementar distancia física y lavado de manos etc. Los estudios sobre la transmisión en niños son aún limitados, pero sabemos que en general aunque tienen enfermedad leve, hemos visto a algunos morir”, aseguró la doctora.

No es cuestión de un juego político

El director de emergencias aseguró que la situación de las escuelas no puede convertirse en un juego político y dijo que temía que esto pase sin un enfoque integral de salud y un compromiso sostenido para suprimir el virus.

“Seguimos empujándonos a una serie de agujeros una y otra vez, las escuelas son una parte muy importante de nuestra arquitectura social educativa, que es la base de nuestra civilización, pero no podemos convertir las escuelas en una ‘pelota de fútbol política’ que se lanza de un lado a otro, no es justo con nuestros niños”, explicó.

Michael Ryan recordó que los países que han vuelto a abrir sus escuelas a partir de  un enfoque integral de salud, que incluye a toda la sociedad, han mantenido bajos niveles de transmisión.

“Tenemos que mirar esto con cuidado, en cualquier país o contexto, y tenemos que tomar decisiones que están basadas en el mejor interés de nuestros niños, sea educativo o de salud, y esto debe estar basado en los datos, en entender los riesgos, en el contexto que estén las escuelas, cuál es la transmisión comunitaria y cuáles son los riesgos”, agregó.

Para Ryan, hay un problema ahora mismo en algunos países que intentan determinar si deben abrir la escuelas cuando están en medio de una transmisión intensa que hace muy difícil determinar la seguridad de cualquier espacio y que todos los espacios potenciales donde se mezcle la gente “son esencialmente problemáticos” en ese contexto.

“Si suprimimos el virus entonces las escuelas pueden abrir de manera segura y hay muchos países alrededor del mundo donde las escuelas están reabriendo de manera segura porque los países han lidiado con el verdadero problema, la transmisión comunitaria”, recalcó.

Cerca de 50 millones de personas sufren hambre en América Latina y el Caribe

Pescado fresco de la cooperativa piscícola de Santa Rosa de Salinas, Ecuador FAO/Camilo Pareja

  • Más de 3000 millones de personas en el mundo no pueden permitirse una dieta saludable, cuyo costo supera la línea internacional de pobreza, la gran mayoría de ellas vive en África y Asia.
  • En América, la región donde aumenta más rápidamente la inseguridad alimentaria, podría haber 67 millones de personas con hambre para 2030, revela un nuevo informe que llama a transformar los sistemas alimentarios para mejorar la salud de la población y ahorrar billones de dólares de los costos ocultos de la mala alimentación.

Ginebra.- El número de personas que sufren hambre en el mundo llegó a 690 millones en 2019, unos diez millones más que en 2018. En América Latina y el Caribe, esa cifra alcanzó los 47,7 millones, hilvanando así cinco años consecutivos de aumento de ese lastre en la región

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) publicó este lunes su edición anual de su informe Estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, en el que destaca el alto costo de las dietas saludables a nivel global y advierte que América Latina es la región donde la inseguridad alimentaria aumenta más rápidamente.

La región no cumplirá con el Objetivo de Desarrollo Sostenible 2 de la Agenda 2030, que plantea un escenario de hambre cero para 2030. Al contrario, de la meta, habría 20 millones de personas más con hambre, para ubicar el total en 67 millones.

La proyección es alarmante, sobre todo porque no incorpora todavía el impacto de la pandemia de COVID-19, que agravará el panorama, aclara el estudio elaborado por la FAO en conjunto con el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola, la Organización Mundial de la Salud, el Programa Mundial de Alimentos y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia.

“Con el impacto de la pandemia de COVID-19 la realidad será peor que la que proyectamos en este estudio. Necesitamos una respuesta extraordinaria de los gobiernos, del sector privado, la sociedad civil y las organizaciones multilaterales”, dijo el representante regional de la FAO para América Latina y el Caribe, Julio Berdegué.

Lamentó que la región esté actualmente en peor situación que en 2015, cuando se comprometió con los Objetivos de Desarrollo Sostenible: “Desde entonces, nueve millones de personas más viven con hambre”, recalcó. El hambre afecta actualmente al 7,4% de la población, para 2030, el porcentaje será 9,5.

A nivel subregional, se prevé un aumento de tres puntos porcentuales en el hambre en América Central para 2030, es decir, 7,9 millones de personas. En Sudamérica, el cálculo es que llegue a 7,7%, lo que equivale a casi 36 millones de personas.

En Sudamérica, el aumento se debe principalmente a la situación en Venezuela, donde el porcentaje de población que pasa hambre ha aumentado de un 2,5% entre 2010 y 2012 a un 31,4% entre 2017 y 2019.

El Caribe ha logrado avances, pero tampoco logrará la meta fijada y tendría 6,6 millones de personas con hambre en 2030. 

Inseguridad alimentaria

África es el continente con mayor inseguridad alimentaria en términos absolutos, pero es en América Latina y el Caribe donde ésta aumenta más velozmente: pasó del 22,9% en 2014 al 31,7% en 2019, debido a un fuerte aumento en Sudamérica.

El 9% de la población regional sufre inseguridad alimentaria grave, lo que significa que las personas se han quedado sin alimentos y, en el peor de los casos, pasan uno o varios días sin comer.

Del mismo modo, casi un tercio de los habitantes de la región –205 millones de personas– vive en condiciones de inseguridad alimentaria moderada, es decir, con incertidumbre sobre su capacidad de obtener alimentos, lo que las empuja a reducir la cantidad o calidad de la comida que consumen.

La incosteabilidad de las dietas saludables

Uno de los puntos más destacados en el informe se refiere al elevado costo que tiene en todo el mundo una dieta saludable, que supera al umbral internacional de pobreza y obliga a la gente a recurrir a comida barata que muchas veces es dañina para la salud, con todas las implicaciones que esto tiene tanto a nivel individual como en la esfera pública.

De acuerdo con la publicación, a nivel global son unos 3000 millones de personas los que no pueden permitirse una dieta saludable.

Una dieta saludable, definida como la que contiene 2300 calorías y 69 gramos de proteína al día. cuesta más que los 1,9 dólares que marcan la línea de pobreza. Según el estudio, una dieta saludable puede costar hasta cinco veces lo que una dieta que aporte la energía necesaria para vivir, generalmente basada en carbohidratos.

El consumo de alimentos con alto contenido de carbohidratos ha generado un aumento vertiginoso de la obesidad y con esto, un agudo incremento de las enfermedades no transmisibles.

En América Latina y el Caribe el 7,5% de los menores de 5 años vive con sobrepeso, una proporción superior a la media mundial del 5,6%.

Esto puede explicarse por el alto costo de una dieta saludable en la región, que con un promedio de 3,98 dólares al día es el más alto del mundo. Dicho valor es 3,3 veces más caro que lo que una persona bajo la línea de pobreza podría gastar en alimentos. Según los ingresos promedio estimados, más de 104 millones de personas no pueden permitirse una dieta saludable.

El informe consideró muy preocupante que, al igual que una dieta saludable, una que aporte la energía necesaria sea más cara en América Latina que en el resto del mundo, al ubicarse en 1,06 dólares por día, un 34% por encima del promedio.

Impacto económico de la mala alimentación

La FAO recordó que la mala alimentación ya tiene un costo elevado en los presupuestos nacionales, que se ven obligados a asignar una gran cantidad de recursos a atender las enfermedades crónicas derivas de las dietas poco saludables, como la diabetes y las enfermedades cardiovasculares, que en algunos países alcanzan niveles epidémicos.

Alertó asimismo que esos gastos superarán los 1300 millones de dólares anuales para 2030 si no se modifican los hábitos alimenticios de la población, haciendo asequibles las dietas saludables.

Otro de los costos ocultos de los actuales hábitos alimenticios es el relacionado con las emisiones de gases de efecto invernadero, que supondría 1700 millones de dólares al año para 2030.

El documento explica que el cambio a dietas saludables puede contribuir a reducir los costos sanitarios y los relacionados con el cambio climático para 2030, ya que los costos ocultos de estas dietas son menores que los de los hábitos de consumo actuales. Se estima que la adopción de dietas saludables reduciría hasta el 97% de los costos sanitarios directos e indirectos y entre el 41% y el 74% de los costos sociales de las emisiones de gases de efecto invernadero en 2030.

Así pues, las agencias de la ONU autoras del estudio instaron a transformar los sistemas alimentarios para garantizar que todas las personas tengan acceso a una dieta saludable y que los alimentos se produzcan de una manera sostenible.

“Asegurar el acceso de miles de millones de personas que no pueden pagarlas ahorraría billones de dólares a la economía mundial”, insiste el informe.

Para avanzar en esa dirección, recomienda el restablecimiento de incentivos agrícolas para que se invierta en la producción de frutas, hortalizas y alimentos ricos en proteínas animales y vegetales.

También llama a mejorar el almacenamiento, la elaboración, el empaquetado, la distribución y la comercialización de los alimentos, así como a la reducción de su desperdicio.
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