Foto: Melitón Tapia /INAH |
De acuerdo con el arqueólogo Salvador Guilliem, director del
Proyecto Tlatelolco, el resto óseo corresponde a un joven adulto y se encontraron
depositados sobre una vasija. Ambos materiales se localizaron a un nivel que
está relacionado con la etapa constructiva VII-A del Templo Mayor,
correspondiente a los años 1500 y 1515 d.C.
El especialista del INAH refirió que el hallazgo se registró
dentro de la primera fase del trabajo de exploración arqueológica, por lo que
no ha sido posible determinar las dimensiones de la ofrenda, la cual podría ser
de consagración, es decir, que se colocó durante los rituales de preparación
del espacio que ocuparía dicha edificación.
“Estamos delimitando el espacio para ver si la oblación se
compone exclusivamente del cráneo y la vasija, o bien, si tenemos más restos
asociados”, dijo Guilliem al referir que no obstante que falta hacer estudios
de antropología física, a través de la dentición se ha podido saber que es un
adulto, muy probablemente un cautivo de guerra que habría sido decapitado.
“La exploración arqueológica —añadió— lleva varias fases, la
primera es la prospección, que consiste en verificar las dimensiones de los
objetos que constituyen el contexto arqueológico, en este caso del cráneo y la
vasija; la segunda es el registro de estos elementos, y la tercera es la
clasificación taxonómica que nos permite contemplar todas las evidencias de
manera más cierta”, expresó.
El descubrimiento se dio poco después de que un custodio,
encargado de las labores de limpieza, como parte del Programa de Conservación
de los Monumentos Arqueológicos 2013, reportó lo que parecía ser una vasija
enterrada.
Al inspeccionar y realizar labores de excavación y rescate,
los arqueólogos Salvador Guilliem y Paola Silva encontraron una pequeña ofrenda
que había sido tapada con lajas de piedra, y que a causa de las lluvias en la
capital del país, el deslave de tierra facilitó su hallazgo.
Paola Silva, responsable del mantenimiento de la Zona
Arqueológica en Tlatelolco, precisó que
la pequeña ofrenda es la número 34 que se halla, y que la exploración debe
hacerse meticulosamente para evitar la pérdida de información.
“No podemos bajar los niveles de excavación muy rápido
porque hay fragmentos de cerámica que encontramos cerca de la ofrenda, y no
sabemos si forman parte de la misma o de algún relleno; antes de retirarlos
tenemos que ver su disposición y cómo llegaron ahí, haciendo un registro
minucioso del contexto”.
Finalmente, y sin determinar el tiempo que tomaría excavar
el área alrededor de la ofrenda, Salvador Guilliem adelantó que en las próximas
semanas se buscará fijar los límites de la misma, pues existe la expectativa de
que pueda equipararse en tamaño a la que se exhibe en la Sala Mexica del Museo
Nacional de Antropología, compuesta por una máscara cráneo infantil con
incrustación de concha y pirita, cuchillos de silex y otros objetos que
muestran su similitud con las encontradas en el Templo Mayor de Tenochtitlan.
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