- Para la escritora colombiana la literatura es el refugio para lidiar con lo que no es permitido decir en lo cotidiano
México, DF.- La literatura ha sido para la escritora y
educadora colombiana Yolanda Reyes el refugio para lidiar con todo aquello que
no es permitido decir en la vida cotidiana, ello en el marco del 34 Congreso
Internacional de IBBY, en México.
La literatura me ha
mostrado otros caminos, lo que no se puede controlar, lo que no se decía a las
visitas, lo que sí dolía. La literatura parece cama y dragón, memoria y
pérdida, aseguró durante una conferencia magistral impartida por Yolanda Reyes
con el tema La literatura: un espacio en que todos podemos reconocernos.
Consideró que no se
puede aprender más sobre la condición humana, el dolor, la maldad, la culpa, la
exclusión, la belleza, la emoción, la risa y el amor que en la literatura,
mientras los discursos de la vida cotidiana insisten en educarnos,
normalizarnos, moralizarnos y domesticarnos.
“La literatura puede
ayudar con las emociones que pugnan en nosotros desde el comienzo de la vida y
de las que poco suele hablarse con los niños”, refirió durante el 34 Congreso
Internacional IBBY que se realiza por primera vez en México.
Sobre este aspecto,
la directora de la colección Nidos para la Lectura, de Alfaguara, expresó que
hay un pánico al dolor de la infancia que parece regular las relaciones de los
adultos con los niños.
“Tenemos esa
necesidad de saberlos felices, saludables y exitosos, aunque sabemos que todo
eso junto y siempre, es imposible”, agregó la educadora colombiana.
Sin embargo, aseguró
que incluso en circunstancias difíciles hay espacio para la risa, el humor y el
disparate: “Ese ha sido un aprendizaje que le debo a la literatura para niños,
ese viaje al corazón de la infancia que uno hace cuando descubre a personajes
entrañables”.
De acuerdo con
Yolanda Reyes, una de las fundadoras de Espantapájaros, proyecto pionero en el
fomento de la lectura desde la primera infancia en Bogotá, todos conocemos esa
mezcla de silencios y bullicio en el que transcurre la vida de los niños.
“Justo por eso los
niños y nosotros necesitamos encontrar un lugar apartado donde sea posible oír
otro tipo de enunciados y hablar lenguas distintas a la lengua de la
uniformidad”, y agregó: “Los niños son ingratos por naturaleza, no son como
nosotros que miramos hacia atrás y albergamos la nostalgia, ellos van hacia
adelante. Necesitan olvidar para recomponerse y avanzar, sin embargo,
paradójicamente al mismo tiempo necesitan que alguien reordene el mundo con
palabras, ese mundo que se desordenó en el que hubo que salir huyendo”.
La escritora concluyó
que en el fondo, todos somos niños y niñas únicos que necesitamos leernos,
envolvernos y albergarnos en palabras.
Luego de su intervención se dio paso a una mesa de diálogo
moderada por Luis González, director adjunto de la Fundación Germán Sánchez
Ruipérez, en la que participó la investigadora venezolana Brenda Bellorín, el
ilustrador italiano Roberto Innocenti, el editor venezolano Pablo Larraguibel y
el ilustrador iraní Morteza Zahedi.
Durante la charla surgieron temas como las identidades
colectivas, los mediadores, los niños y la cultura, mientras que en el caso de
los ilustradores se abordó la forma como se trabaja el tema de la exclusión
desde la perspectiva visual.
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