La escritora Paloma Bello Paredes recibe la Medalla Oswaldo Baqueiro al Periodismo Cultural

Bello Paredes ha sido reportera, editora, promotora e investigadora a lo largo de 60 años

La escritora evoca, con nostalgia, las redacciones de los periódicos de antaño

  • Cuidábamos mucho nuestra gramática al mismo tiempo que escuchábamos la intermitencia de los teletipos que hacían llegar las noticias, recuerda

Mérida, Yucatán.- En el marco del Día de las y los Escritores Yucatecos la Secretaría de la Cultura y las Artes (Sedeculta) entregó la Medalla al Periodismo Cultural Oswaldo Baqueiro López 2024 a la escritora Paloma Bello Paredes.

--“Este homenaje reconoce su aporte al desarrollo, fortalecimiento y progreso del estado como reportera, editora, promotora e investigadora, en una carrera de 60 años de dedicación. La presea fue entregada en el marco del Encuentro con la Palabra. ¡Felicidades!, indicó la dependen cia.

La ceremonia, denominada” Encuentro con la palabra”, se realizó el viernes 20 de diciembre en la sala de usos múltiples de la Universidad de las Artes de Yucatán (UNAY), con la participación de la titular dela Sedeculta, Patricia Martín Briceño.

El escritor Faulo M. Sánchez Novelo, en representación del jurado, leyó el dictamen de adjudicación de este reconocimiento, al que asistió la esposa de Don Oswaldo, señora Olga Brito y su hijo Oswaldo Baqueiro Brito; Domingo Rodríguez Semerena, rector de la UNAY, y Felipe Zúñiga González, director de Desarrollo Artístico y Gestión Cultural de Sedeculta, entre otros.

La recipiendaria fue propuesta por la Universidad Internacional José Martí, campus Mérida y el Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes.

--“El motivo que respalda la recepción de la medalla, en mi caso, no tiene más mérito, quizá, que el de la acumulación de años en el oficio, pues considero una gentileza reconocer lo que únicamente ha sido fidelidad a una vocación temprana. Esta distinción radica su importancia en el nombre de Oswaldo Baqueiro López, periodista íntegro, ejemplar, como lo fueron su padre, su abuelo y su bisabuelo”, aseveró.

Con nostalgia evoco aquellos años, cuando los reporteros escribíamos las notas en máquinas mecánicas con su copia al carbón, con mucha dificultad para hacer las correcciones a mano en los márgenes y con el tiempo medido para entregarlas a redacción, recordó. 

Cuidábamos mucho nuestra gramática al mismo tiempo que escuchábamos la intermitencia de los teletipos que hacían llegar las noticias. Luego, estas pasaban a linotipos, a cajas para entintar los lingotes, a las galeras de pruebas para Redacción, y finalmente a la prensa y la rotativa. Y nosotros regresábamos a casa en camión, porque las empresas editoriales no brindaban transporte, y los sueldos eran insuficientes para adquirir siquiera un carro usado, mencionó.




Palabras de Paloma Bello al recibir la presea:

En primer lugar, quiero dar las gracias a la Universidad Internacional José Martí, campus Mérida y a su Rectora, doctora Ginón Bojórquez Palma por haberme postulado para esta presea, así como al Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes, y a su Director, maestro Héctor Romero Lecanda, que apoyó la iniciativa.

De igual forma, a los miembros del Jurado, por la difícil decisión de elegirme entre los otros compañeros que seguramente merecen este galardón que otorga la Secretaría de Cultura al periodismo cultural.

El motivo que respalda la recepción de la medalla, en mi caso, no tiene más mérito, quizá, que el de la acumulación de años en el oficio, pues considero una gentileza reconocer lo que únicamente ha sido fidelidad a una vocación temprana. Esta distinción radica su importancia en el nombre de Oswaldo Baqueiro López, periodista íntegro, ejemplar, como lo fueron su padre, su abuelo y su bisabuelo.

Tendría yo cinco, seis años, cuando por primera vez mi padre me llevó de la mano a los talleres del Diario del Sureste. Ese olor de tinta, de papel, ese sonido de los linotipos me marcó para siempre y ya no quise ser otra cosa en la vida, más que reportera.

Sin estudios universitarios, ingresé al Diario del Sureste, a los 16 años. En ese entonces, septiembre de 1964, tuve el privilegio de recibir las palizas instructoras y censoras de don Leopoldo Peniche Vallado, aminoradas con los consejos de don Rodolfo Concha Campos, que procedía con rigor, pero con harta dulzura.

Igualmente fui cobijada por aquellos inestimables periodistas don Arturo Durand Roca “El Tucho” y don Fernando Escamilla “Battling Cáscaras”, pero sobre todo por el poeta Carlos Duarte Moreno, quien se preocupó por escucharme y proporcionar las lecturas adecuadas.

La novatada en el Diario del Sureste permitió que después, en Novedades de Yucatán y Novedades de la Tarde, tuviera ya más experiencia laboral y para sortear las críticas de las familias que se escandalizaban, hace sesenta años, porque yo andaba rodeada de compañeros varones cubriendo información hasta la medianoche, muchas veces. Afortunadamente mi papá, periodista también, me alentó enseñándome a tener un criterio que supiera ignorar las opiniones infundadas o superfluas.

Con nostalgia evoco aquellos años, cuando los reporteros escribíamos las notas en máquinas mecánicas con su copia al carbón, con mucha dificultad para hacer las correcciones a mano en los márgenes y con el tiempo medido para entregarlas a redacción. Cuidábamos mucho nuestra gramática al mismo tiempo que escuchábamos la intermitencia de los teletipos que hacían llegar las noticias. Luego, estas pasaban a linotipos, a cajas para entintar los lingotes, a las galeras de pruebas para Redacción, y finalmente a la prensa y la rotativa. Y nosotros regresábamos a casa en camión, porque las empresas editoriales no brindaban transporte, y los sueldos eran insuficientes para adquirir siquiera un carro usado.

Recuerdo a los veteranos del Diario del Sureste, Daniel Velázquez y Vales Soberanis, a los reporteros Miguel Ángel Puc Acal (MAPA), Fulgencio Díaz del Castillo, Enrique Vidal Herrera; a los fotógrafos Omar, Goyo Méndez y Manuel Lozano. En Novedades y Novedades de la tarde, a José “Pimpo” Pereira, Atilano González, Víctor Tenreiro “Vic Dalton”, Olayo ( ), Delmer Peraza, Gonzalo Domínguez, y a Gilberto Santana Barceló, el mejor compañero del mundo. A los reporteros gráficos Pepe López Nájera y Pepe Martínez. Del Diario de Yucatán, a Leopoldo Creoglio, Manuel Triay, y a su fotógrafo estrella Isidro Ávila “Avilita”.

Ha sido un honor compartir con todos ellos: ejemplo de honestidad, de modestia, de compañerismo, de excelencia en el trabajo. Evoco su esfuerzo por sacar adelante a sus familias con los precarios sueldos que recibían, su andar a pie, en camión, y pienso en qué dirían al enterarse que actualmente, en las pantallas nacionales, hay quienes degradan el oficio periodístico y acumulan recursos injustificados. Nos cabe la satisfacción de que no todos hemos sido iguales.

Aprovecho la oportunidad para mencionar unos agradecimientos. A mi mentor, don Clemente López Trujillo, que ha sido la persona con más influencia en mi vida, después de mi padre. A mi director Alberto Cervera Espejo (+), por la severidad y firmeza con que guio mis pasos en el periodismo. A mis jóvenes directores Miguel Menéndez Cámara (+), Rafael Lores Acevedo, de EstamosAqui.MX, y a Heriberto Cantú Deándar, de El Mañana de Nuevo Laredo, por su bondad al infundirme la certeza de que siempre seré arropada en sus páginas.

Para concluir, agradezco a mi esposo Juan Leonardo su proverbial generosidad, a mis hijos Juanleo y Brooke, Abril y Alejandro, a mis cinco nietos, a mis hermanos Rolando y Ofelia, y a mi mejor amiga de toda la vida, Maritza Arrigunaga, por estar hoy y siempre, conmigo. 

Muchas gracias.

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