- Durante el periodo Clásico (200-250 / 650 d.C.) grupos de migrantes habitaron en tres conjuntos arquitectónicos de la metrópoli
- Se asentaron comunidades procedentes de la costa del Golfo, zapotecos, de la zona maya, del actual estado de Puebla y del centro-norte de Michoacán
México,
DF.- Al igual que las grandes urbes de la actualidad que reciben a un buen
número de migrantes, como es el caso de Nueva York o de la propia Ciudad de
México, la antigua Teotihuacan fue la ciudad cosmopolita por excelencia del Altiplano
mexicano, pues de acuerdo con estudios, por más de 300 años, de forma
permanente y oscilatoria, albergó en dos barrios y en un conjunto habitacional
a alrededor de mil 300 individuos de origen foráneo.
Durante el
periodo Clásico (200-250 / 650 d.C.), época en que Teotihuacan influyó a toda
Mesoamérica, se establecieron grupos de migrantes en tres conjuntos
arquitectónicos de la metrópoli, esto de acuerdo con diversas investigaciones,
algunas de ellas realizadas por especialistas del Instituto Nacional de
Antropología e Historia (INAH).
El
arqueólogo Rubén Abasolo Hernández, de la Zona Arqueológica de Teotihuacan, ha
dado seguimiento a esta línea de estudio con el fin de de explicar la relación
establecida entre los teotihuacanos nativos y los grupos foráneos residentes en
la ciudad, considerados como minorías étnicas, además de comprender las
estrategias de supervivencia puestas en marcha por éstas.
En el VIII
Coloquio de Arqueología que se lleva a cabo esta semana en el Museo del Templo
Mayor, con la conferencia Aspectos de la vida cotidiana en los barrios foráneos
de Teotihuacan, el investigador expuso que los tres conjuntos arquitectónicos
que fueron habitados de forma permanente por grupos de migrantes son los
conocidos como los barrios de los Comerciantes y Oaxaqueño, y un tercero
nombrado Estructura 19, donde las evidencias arqueológicas denotan el
asentamiento de dos grupos étnicos que interactuaban en la misma área.
Luego de
que los primeros grupos de individuos se trasladaran para participar en la
ciudad, un nuevo flujo de colectividades de migrantes se sintió atraído ante la
expansión territorial, el dominio ideológico y material de Teotihuacan. Cabe
decir que en su plenitud, hacia 500 d.C., alcanzó su máxima extensión, 22 km2.
De ese modo,
los sectores extranjeros comenzaron a proporcionar sus servicios de manera más
desarrollada y con una jerarquía reconocida, debido a que eran auspiciados por
sus pueblos y ciudades de origen. Por esta vía se crearon alianzas y relaciones
económicas y políticas que los beneficiaron, participando con el mismo Estado
teotihuacano, refiere Rubén Abasolo.
Un ejemplo
interesante de esto es el Barrio de los Comerciantes, edificado en riberas del
río San Juan. Sus primeros habitantes fueron originarios de la Costa del Golfo,
posteriormente se incorporaron grupos de las Tierras Bajas del área maya y del
actual estado de Puebla.
Por
estudios de isótopos estables de oxígeno y estroncio presentes en dientes y
huesos de los esqueletos humanos se pudo
definir que los adultos y jóvenes que
habitaban dicho barrio migraban durante su niñez o adolescencia de las tierras
lejanas, dedicándose al intercambio de productos con pueblos y ciudades. Estos
grupos practicaron la exogamia debido a que los varones sólo permanecían para
unirse en matrimonio con mujeres de origen teotihuacano.
“A partir
de sus tradiciones y costumbres, edificaron sus habitaciones y talleres de
forma circular, en los que después de su abandono se localizaron agujas de
hueso para elaborar tejidos y restos de pigmentos en metates miniatura que
utilizaban para teñirlos. En los lugares de trabajo, los insumos eran la piedra
verde, como el jade, además del pedernal, (ambos materiales procedentes de
Belice), el onix, pizarra, mica, pirita y obsidiana”.
Al mismo
tiempo, al oeste de la ciudad, en al menos 15 conjuntos habitacionales del
Barrio Oaxaqueño o Tlailotlacan —según
determinó Michael W. Speance— se establecieron alrededor de mil individuos de
origen zapoteco provenientes de las tierras altas de Monte Albán. Se asentaron hacia 200 d.C., y construyeron
sus viviendas respetando la orientación teotihuacana de 15° 30’ al Este del
norte astronómico e incorporando diseños zapotecos, como fachadas de doble
escapulario, pisos enlajados o empedrados a manera de mosaicos.
Aún después
de la muerte, quienes vivían en el Barrio Oaxaqueño mantenían una jerarquía.
Los personajes de alto estatus eran enterrados conforme la tradición funeraria
zapoteca, siendo depositados de forma extendida dentro de tumbas o cistas y
acompañados de ofrendas, explica Rubén Abasolo Hernández.
Contrario a
lo que pasaba en el Barrio de los Comerciantes, en el Tlailocan se practicó la
endogamia para mantener el linaje, valores y tradiciones. Asimismo, la mujer
jugó un papel importante en la cohesión de esta colectividad, de modo que solía
acompañar en visitas al terruño o en viajes realizados con fines comerciales.
Otro
ejemplo de la presencia foránea en Teotihuacan surgió a raíz de los
descubrimientos que se efectuaron en las inmediaciones del barrio zapoteca,
donde el arqueólogo Sergio Gómez Chávez exploró a inicios de los 90 un conjunto
arquitectónico en el que convivieron zapotecos con grupos familiares
procedentes del centro-norte del actual estado de Michoacán.
Ambos
grupos habitaron el complejo habitacional denominado Estructura 19, sólo
divididos por un ancho muro.
Los
primeros en establecerse en el lado sur del conjunto fue gente de los Valles
Centrales de Oaxaca, después se constituyó un segundo asentamiento en el lado
norte, como resultado de las relaciones de parentesco y de alianzas
matrimoniales entre los dos grupos (zapotecos y del Occidente).
“En cuatro
siglos, pertenecientes a 10 generaciones aproximadamente, mantuvieron y
reprodujeron su identidad a través de sus tradiciones y costumbres, llevadas a
cabo hasta el colapso y el abandono de la gran metrópoli”.
El
arqueólogo Rubén Abasolo concluyó que es probable que los grupos étnicos
foráneos asentados en Teotihuacan estuvieran dedicados al comercio de productos
de sus regiones nativas, por ello, “pensamos que poco antes del colapso
(alrededor del 650 d.C.) regresaron a sus lugares de origen, llevando tras de
sí el prestigio de la ya mítica ciudad”.
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