- El Museo quebró la creencia de que los pueblos indios eran flojos e ignorantes. Su concepto del cero y calendario solar muestran su genio: Miguel León Portilla
- El recinto resguarda restos humanos de 12 mil años de antigüedad, de los primeros pobladores de América y piezas monumentales como la Piedra del Sol
- El año 2005 se registró su récord de visitas, con 2 millones 328 mil personas que acudieron a sus 24 salas
México, DF.- El tiempo ha sido el mejor juez del Museo
Nacional de Antropología (MNA). Aunque su construcción fue cuestionada
públicamente por la necesidad de deforestar ocho hectáreas del Bosque de
Chapultepec y reducir el espacio de un parque que cada fin de semana recibía
250 mil visitantes, al cumplir 50 años y entrar a su edad de oro, es el museo
más visitado de México. El MNA fue inaugurado el 16 de septiembre de 1964. Este
miércoles 17 se llevará a cabo en el recinto el acto de conmemoración.
Concebido por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez como una
casa en forma de herradura, con un amplio patio central que tiene una gran
fuente colmada por una techumbre que remata el pilar y da forma a un paraguas,
es visitado cada año por un conjunto de entre 1.3 millones y 2.3 millones de
visitantes, según documentos como el estudio Estadísticas Básicas de la Cultura
en México. Estas cifras son superiores a la población de cualquier ciudad de
México, con excepción de la capital de la República.
En las vísperas de su 50 aniversario, historiadores,
antropólogos y arqueólogos describen al edificio como un espejo que ha
permitido desarrollar la conciencia sobre el origen de esta nación y la
diversidad de pueblos que la componen. En una caminata total de 5.5 kilómetros
por sus pasillos y salas se pueden comprender 40 mil años de historia de los
seres humanos en lo que hoy es México, desde la prehistoria hasta la vida
presente de los pueblos indígenas.
Su colección, que ya rebasaba los 52 mil objetos en el año
de su apertura, se ha seguido nutriendo e incluye tesoros como el ajuar y
máscara de jade de la tumba del emperador Pakal, de Palenque, Chiapas; joyería
de oro rescatada de las tumbas de Monte Albán, Oaxaca; centenarias esculturas
monumentales como la Piedra del Sol, del pueblo mexica, en el centro de México;
osamentas de hombres y mujeres con 12 mil años de antigüedad que se dedicaban a
la caza y la recolección; pero también una colección de vestidos, herramientas
y utensilios de las etnias vivas de México, la cual comenzó a reunirse hace más
de 150 años en viajes antropológicos por toda la República.
El historiador Miguel
León Portilla, miembro de El Colegio Nacional y autor del libro La visión de
los vencidos; el arqueólogo Pedro Francisco Sánchez Nava, coordinador nacional
de arqueología del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), y el
antropólogo físico, especialista en el tema de evolución, José Luis Vera
González, director de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH),
coinciden en utilizar dos palabras cuando se les pide reflexionar sobre la
importancia del museo y sus colecciones: profundidad y diversidad.
A su vez, algunos
fragmentos de las memorias escritas del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez,
rescatadas por la revista México Desconocido, reflejan cómo desde el principio
el museo tuvo una misión: “Hacer que los mexicanos que lo visiten se sientan
orgullosos de ser mexicanos, fue lo que me pidió el presidente Adolfo López
Mateos”, narra el hombre que también construyó la nueva Basílica de Guadalupe y
el Estadio Azteca.
León Portilla
seleccionó y tradujo gran parte de los textos grabados en sus muros
Miguel León Portilla
es uno de los sabios vivos de México. No sólo es uno de los mayores expertos en
interpretación de códices prehispánicos o libros de los pueblos mesoamericanos,
sino que es uno de los mejores traductores del náhuatl antiguo. Desde la
aparición de su libro La visión de los vencidos, en 1959, expuso la perspectiva
que tuvieron los pueblos indígenas sobre la conquista española y la manera como
lo reflejaron en sus textos. Por estos y otros méritos es uno de los 40 grandes
intelectuales y artistas que integran El Colegio Nacional.
León Portilla también
participó en un aspecto muy importante del Museo Nacional de Antropología,
seleccionó y tradujo gran parte de los textos grabados en sus muros.
“El Museo Nacional de
Antropología ha tenido una función primordial en la formación de nuestra toma
de conciencia de identidad cultural. ¿Por qué pienso eso? Porque acerca a los
que lo visitan, al mundo indígena en su plenitud. Nos acerca, desde la
prehistoria a los antecedentes indígenas que son la raíz más honda y profunda
de nuestro ser mexicano”, contesta en su cubículo del Instituto de
Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM), donde es investigador emérito.
“El arquitecto
Ramírez Vázquez me pidió que le proporcionara esos textos que están en los
muros, traducidos del náhuatl y que
ligan la herencia física que vemos, con lo que fue el pensamiento náhuatl. Para
el niño que se acerca y ve ahí, primero la riqueza del preclásico, en
Teotihuacán; después el esplendor clásico de la zona maya; la zona de Oaxaca,
también extraordinaria, y va recorriendo
después a los toltecas y llega a la gran sala del fondo con el arte azteca o
mexica, le permite tener una toma de conciencia vital”, agrega mientras
recuerda en voz alta, en idioma náhuatl auténtico, la frase “La gloria y la
fama de México-Tenochtitlan”.
Con modestia y maestría también subraya que, para que la
toma de conciencia sea completa, el visitante del museo debe visitar el segundo
piso del museo, donde está la presentación de cómo viven los pueblos indígenas
hoy en día, para “quebrar” muchos prejuicios que existen sobre las etnias
originales de México.
“Mucha gente cree que los pueblos indígenas son gente floja
o perezosa y es falsísimo. Los grupos indígenas, como decía con sarcasmo el
doctor Alfonso Caso, ‘eran tan tontos que inventaron el concepto del cero,
antes que otros pueblos de la antigüedad, y midieron el año solar con más
precisión que el calendarios gregoriano. Eran tan flojos –bromeaba Alfonso
Caso- que construyeron pirámides monumentales como la del Sol en Teotihuacán’.
Es decir que fueron personas que hicieron civilizaciones grandes y diversas”,
dice el profesor Miguel León Portilla.
“Qué bueno que cumple 50 años el nuevo Museo Nacional de
Antropología. Yo he tenido la fortuna de haber visitado muchos museos en el mundo y sí le puedo decir, a quien
quiera oírmelo, que el Museo Nacional de Antropología de México es un gran
museo, con una arquitectura extraordinaria de Pedro Ramírez Vázquez y un
atractivo excepcional. Qué bueno que tenemos este museo que sirve para acercar
a las personas a lo que nos quedó como testimonio físico y que lo
complementamos los historiadores con el trabajo que hacemos todos los días. Me
alegra muchísimo esta conmemoración”, concluyó
No sé cómo Pedro y sus ayudantes lograron semejante
prodigio: Jaime Torres Bodet
Es conocido el dato de que la construcción del Museo se
realizó en 19 meses, en los que trabajaron día y noche cerca de mil
trabajadores de la construcción y 200 arqueólogos, ingeniero, historiadores,
museógrafos y artistas.
Según un texto del arquitecto Ramírez Vázquez, rescatado por
México Desconocido, a principios de los años 60 acudían hasta 250 mil personas
a divertirse y descansar en el bosque de Chapultepec en fines de semana y días
festivos, de modo que cuando se construyó el Museo, una parte de la estrategia
era que las familias se “toparan”, con una colección inolvidable y que le
hiciera sentir dueños de México.
Una idea original de Ramírez Vázquez fue que la arquitectura
permitiera hacer el recorrido en forma lineal o que el visitante sólo entrara a
las salas que deseara, por eso se pensó con un patio central y con la
construcción en forma de herradura con puertas para cada sala, como en muchas
haciendas y casas mexicanas. Así el que visita puede ver todo en orden
cronológico o sólo llegar a lo que su curiosidad le dicta.
En el centro del patio se creó una fuente con plantas del
antiguo lago de Texcoco, pero también se pensó en que el único problema del
patio central podrían ser las lluvias, que eran comunes en el bosque, por lo
que se ideó una estructura que funciona como una gran sombrilla de 52 metros
por 82 metros y que en su centro tiene una columna por la cual escurre agua,
como si se tratara de una fuente invertida.
Cuando se entregó la obra, el entonces secretario de
Educación Pública, Jaime Torres Bodet escribió en su diario de Memorias,
publicado años más tarde: “No sé cómo Pedro y sus ayudantes lograron semejante
prodigio: realizar, en diversos pisos, cuarenta y cuatro mil metros cuadrados
de construcción; pavimentar más de treinta y cinco mil de áreas descubiertas;
arreglar otros treinta y tres mil de jardinería, y proceder a terminar todas
las salas y a la instalación de todas la colecciones”.
Su principal virtud es que muestra la diversidad cultural de
México desde la época prehispánica hasta los años recientes: Pedro Sánchez Nava
El arqueólogo Pedro Francisco Sánchez Nava es el actual
Coordinador Nacional de Arqueología del INAH, su responsabilidad es estudiar y
autorizar las investigaciones en los sitios arqueológicos de México, realizadas
por mexicanos o extranjeros. Mucho años fue director del Registro Público de
Monumentos y Zonas Arqueológicas, por eso sabe que en México hay más de 40 mil
sitios con restos arqueológicos de todos tipo, desde pequeños depósitos de
ofrendas funerarias con vasijas de barro, hasta ciudades monumentales con
edificios de más de 45 metros de altura. Con esta perspectiva amplia del
patrimonio arqueológico de México también celebra el 50 aniversario del MNA.
“La principal virtud
de este museo es que en un solo espacio se pude mostrar el mosaico, la
pluralidad y diversidad cultural de México; desde la época prehispánica hasta
los años recientes. Ahí se puede ver esa profundidad, variedad y esa
riqueza, en todos los aspectos que se
ven reflejados en todos los materiales del museo”, comenta el arqueólogo en sus
oficinas localizadas en un edificio centenario de la colonia Roma, de la Ciudad
de México.
“Además, el Museo
también es una muestra de lo que es el INAH como institución que está
cumpliendo 75 años y se ha ido volviendo una institución plural, llena de
matices y que ha buscado investigar y difundir todos los ángulos de la cultura
mexicana. Eso es lo que hace el MNA, cobijar en ese espacio emblemático,
ejemplo de muchos otros museos, reflejar todas las culturas que han construido
a México. Es una referencia y una visita obligada en la ciudad de México. Es un
lugar icónico, sin ninguna duda”, indicó.
En sus 50 años nos permite volver a verlo y darnos cuenta
que nos recuerda de dónde venimos: Luis Vera Cortés
La variedad de matices del ser humano, que es como se ha
descrito a la antropología en México, nos permite conocer los distintos caminos
de adaptación, generación de conocimientos y saberes que experimentaron los
seres humanos que poblaron lo que hoy es México. Dieta, hogar, adaptación al
clima, vestido y relaciones hombre-mujer, fueron tomando caminos distintos y
eso se refleja en las salas del Museo Nacional de Antropología, como explica el
especialista en evolución humana y teoría del cuerpo José Luis Vera Cortés,
actual director de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH).
“El Museo Nacional de
Antropología es un sitio simbólico para la sociedad mexicana. Se ha dicho mucho
que es base de nuestra memoria colectiva y yo creo que hay mucha razón en ello
porque en él se refleja el pasado y el
presente, resaltando la enorme diversidad biológica, cultural y lingüística que
tenemos. Se trata de un lugar donde se puede percibir, en una sola visita, que
tenemos un pasado riquísimo”, dice el profesor e investigador responsable de la
más importante escuela de México en formación de arqueólogos, antropólogos y
etnólogos.
“La celebración de los 50 años del museo nos permite volver
a verlo y darnos cuenta que éste es un sitio que nos recuerda de dónde venimos,
quienes somos y cómo somos producto de una amalgama cultural que deriva en un
México diverso, no sólo con un pasado rico en lo material, sino con una
sociedad en un presente también muy rica en los material e inmaterial. El museo
está armado siguiendo esa misma lógica: en las salas de abajo se presenta el
México prehispánico; en el piso de arriba la diversidad étnica de nuestros
pueblos indígenas contemporáneos. El visitante atento puede entender y trascender desde la comprensión de los
primeros grupos indígenas hasta los contemporáneos que marcan nuestro presente
como sociedad”, concluyó el doctor Vera desde su oficina de la ENAH, localizada
a pocos metros de distancia del sitio arqueológico de Cuicuilco.
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