- Cien años de soledad, una de las grandes novelas escritas en la historia de la literatura: Gutiérrez Vega
México, DF.- Del escritor colombiano Gabriel García Márquez,
a quien todo el mundo le llamó cariñosamente Gabo, fallecido el 17 de abril del
año pasado, colegas y amigos, escritores y periodistas, destacaron que lo que
más extrañan del Premio Nobel de Literatura 1982 no sólo es su talento para
escribir novela, cuento y periodismo, sino también su actitud política valiente
y coherente.
Nacido en Aracataca, Colombia, el 6 de marzo de 1927 a las
9:00 de la mañana, como el mismo autor refiere en sus memorias, este viernes es
el primer cumpleaños de Gabo sin Gabo, escritor cuya trayectoria literaria
arrancó con La hojarasca en 1955 y concluyó con Memorias de mis putas tristes
de 2004, pasando por su obra cumbre, Cien años de soledad de 1967.
Gabriel José de la Concordia García Márquez pasó sus
primeros años al cuidado de sus abuelos maternos, quienes lo marcaron: el
coronel Nicolás Márquez, veterano de la guerra de los Mil Días, quien fue su
cordón umbilical con la historia y con la realidad, mientras que Tranquilina
Iguarán, con sus fábulas y leyendas familiares, fue la fuente de la visión
mágica, supersticiosa y sobrenatural de la realidad.
Aunque inició estudios de derecho, los dejó inconclusos,
pues su verdadero interés era el periodismo. El mismo Gabo señalaba en una
entrevista concedida a Radio Habana en julio de 1976, “que mi primera y única
vocación es el periodismo. Yo nunca empecé siendo periodista por casualidad
—como muchas generaciones— o por necesidad, o por azar. Yo empecé siendo
periodista, porque lo que quería era ser periodista”.
Su obra cumbre, Cien años de soledad
El escritor estadounidense William Faulkner también ejerció
una gran influencia en Gabriel García Márquez y en su forma de contar historias
que detonó en lo que se conoció como realismo mágico, corriente en la cual Cien
años de soledad, es una de las obras más emblemáticas, desarrollada en el
pueblo mítico de Macondo, territorio imaginario donde lo inverosímil y mágico
no es menos real que lo cotidiano y lógico.
De ese libro, el poeta chileno Pablo Neruda, señaló que “es
la mejor novela que se ha escrito en castellano después del Quijote",
muestra de ello, es que es uno de los libros latinoamericanos que más
traducciones tiene, a 30 idiomas por lo menos, y que mayores ventas ha logrado,
convirtiéndose en un bestseller mundial.
El poeta Hugo Gutiérrez Vega destacó que “la novela
emblemática de Gabriel García Márquez y su aportación fundamental a la
literatura, no sólo latinoamericana sino universal, es Cien años de soledad,
una novela que se puede colocar al lado de las grandes novelas escritas en la
historia de la literatura”.
Dentro de la corriente del realismo mágico, indicó que en el
caso de México, la novela por excelencia es Pedro Páramo de Juan Rulfo, y en el
caso de Gabriel García Márquez, Cien años de soledad, aunque reconoció “yo soy
más aficionado a otras novelas como El amor en los tiempos del cólera”.
Hugo Gutiérrez Vega, Premio Nacional de Ciencias y Artes,
consideró que Gabo es un novelista, claro, transparente, que escribe con
sencillez y naturalidad, pero advirtió que también tuvo incursión en la novela
experimental con Crónica de una muerte anunciada, “yo creo que ahí la
estructura novelística es novedosa y es otra la actitud frente a la naturalidad
narrativa que es la que caracteriza el trabajo de García Márquez”.
Por otro lado, el poeta, académico y diplomático recordó la
actitud política de García Márquez que fue valiente y coherente, además de
poseer una bondad humana, todo lo cual es “suficiente para mantener viva y
presente su memoria”.
Y es que, como señaló el escritor y director de la Fundación
para las Letras Mexicanas, Eduardo Langagne, “en una época de cinismo
exacerbado, algunas dosis de compromiso que abanderaron los miembros de la
generación latinoamericana de García Márquez es una característica muy
resaltada”.
En el marco del natalicio del autor colombiano que se cumple
este viernes 6 de marzo, el primero sin su presencia, el periodista en temas
culturales Javier Aranda aseguró que lo que más se extraña de Gabo es su prosa,
con la cual siempre nos dejó ver el mundo y las cosas, de una manera diferente.
“El conocido mundo de los dictadores por ejemplo, nos lo
hizo ver de otra manera, en donde los dictadores viejos, con poder o ya sin él,
o no con todo de su lado, pues padecen enfermedades y lo único que esperan es
tener un cheque a la mano para sobrellevar la vejez, la vejez que todos
enfrentamos”.
Su gran aportación a la literatura es que Gabo nos presenta
“un mundo realmente que no habíamos visto a pesar de tenerlo tan cerca y
también estructuras diferentes de escribir, con una gran capacidad, con una
gran calidad, como para atrapar con algunas líneas a los lectores, la prosa de
Gabriel García Márquez tiene imágenes realmente que se te quedan en los oídos,
porque son muy fuertes y eso es parte del entramado de su prosa, que siempre
provoca una lectura gozosa e invita a seguir metiéndote en el mundo que te está
presentando”.
Se trata de un efecto que el colombiano logra en textos
periodísticos como Relato de un náufrago, pero también en libros tan elaborados
como Cien años de soledad, en el cual “si uno revisa el primer párrafo se puede
dar cuenta de que ahí está toda la novela, en ese párrafo inicial y el
desarrollarlo, el mantener esa estructura o convertir a la novela en las ondas expansivas de ese primer
párrafo, no cualquier escritor lo puede hacer”.
El también
escritor y periodista René Avilés Fabila aseguró que lo que más se extraña de
García Márquez es “su talento, que generosamente nos entregó a todos los lectores
del mundo a través de libros extraordinarios, novelas y cuentos y desde luego
también, su periodismo, que fue excepcional”.
Y es que la vasta obra de García Márquez incluye títulos
como El coronel no tiene quien le escriba (1961), Relato de un náufrago (1970),
Crónica de una muerte anunciada (1981), El amor en los tiempos del cólera
(1985), Doce cuentos peregrinos (1996), Del amor y otros demonios (1994) y
Noticia de un secuestro (1996), entre otros.
Como un hombre de amplia generosidad y simpatía sin duda,
definió al autor del que, dijo, todas sus obras son impecables, rigurosas,
espléndidas. Sin embargo, René Avilés Fabila recordó que sus primeros cuentos,
son los antecedentes de la gran obra maestra que es Cien años de soledad.
“Yo los leí en orden y cuando me correspondió leer Cien años
de soledad, la emoción fue mucha, había dividido a la literatura en antes y
después, recuerdo la impresión que me produjo, yo tendría no muchos años, pero
me acerqué, la compré, tengo la primera edición y me la firmó, con sencillez y
con modestia”.
Pese a la maestría lograda en Cien años de soledad, Javier
Aranda advirtió que Gabo tiene otros libros espléndidos que son insuperables,
como El amor en los tiempos del cólera que ya son clásicos, “son libros irrepetibles,
ni siquiera son imitables, son únicos porque tienen ese magnetismo que
solamente la poesía puede atrapar de los lectores”.
Para Jaime Labastida, director de la Academia Mexicana de la
Lengua, lo más asombroso de García Márquez “es el carácter, digamos, musical,
redondo, rítmico de su prosa, es una prosa que yo creo que la adiestro en la
poesía, era un gran lector de poesía”.
Además de sus grandes novelas, un rasgo a resaltar es que
Gabo era un cuentista extraordinario. Los doce cuentos peregrinos, dijo, son
una verdadera maravilla, pero tiene otros, como uno que siempre pasa
desapercibido Blacamán el bueno, vendedor de milagros, que “es de una ironía,
de un buen humor increíble, humor macabro porque el tal Blacamán, que
aparentaba ser el bueno, pues es un malvado que goza resucitando a su enemigo
para oírlo sollozar y sufrir en la otra vida, porque lo tiene encerrado”.
Aunque Cien años de soledad es la obra emblemática de Gabo,
el director de la Academia Mexicana de la Lengua advirtió que en lo personal no
cree en el realismo mágico, pues al ser racionalista, es partidario de lo “real
maravilloso” como decía Alejo Carpentier.
Como “la misma realidad es maravillosa, no hay
transgresiones de las leyes de la naturaleza en los relatos, en la narrativa de
Carpentier, mientras que si hay una transgresión de estas leyes en el realismo
mágico de García Márquez, pero eso no le quita a ninguno de los dos la grandeza
como escritores”.
Sin embargo, lamentó que Cien años de soledad haya eclipsado
al resto de las obras del colombiano, pues dijo, “no es justo que eso suceda
porque tiene obras también muy buenas, por ejemplo, El general en su laberinto
es una obra muy buena, no me importa si es auténtica o no, desde el punto de
vista histórico respecto de Bolívar, pero tal como escribe esa biografía,
merece haber sido así”.
El gran logro de García Márquez, apuntó Eduardo Langagne, es
que supo “encontrar epifanías en lo cotidiano. Conocer el hielo se vuelve algo
milagroso en la prosa de García Márquez. Por otra parte, para cualquier
escritor, lo que logró en los textos costeños, los años de su gestación como
escritor en el Caribe (Cartagena y Barranquilla), es algo incalculablemente
valioso”.
Recordó que así como Jorge Luis Borges no salió de Buenos
Aires por más de tres décadas y se formó en las librerías y bibliotecas de la
capital argentina, “García Márquez hace lo propio observando y volviendo a
observar la realidad del Caribe, pero traduciéndola a una prosa que no se
permitía ningún tipo de autocomplacencia. Por eso Vivir para contarla es un
libro que en algún momento de nuestras vidas sería saludable leer por quienes
nos dedicamos a la literatura”.
Las historias de Gabo, añadió, revelan pliegues del alma
humana que sin sus historias no imaginaríamos que existen. “Fermina Daza,
Florentino Ariza, los Buendía, Melquiades, Santiago Nasar, Eréndira son sólo
algunos de los nombres que nos llevan al nudo macondiano o más allá de él. Nos
acordamos de estos y otros personajes porque el volumen que adquieren gracias a
la invención literaria de García Márquez ayuda a profundizar el conocimiento de
nosotros mismos”.
Como señalaba la escritora Isabel Allende, “él es el maestro
de los maestros”, pues cuando se dio el boom de la literatura latinoamericana
con una novela de Mario Vargas Llosa, el mundo entero se dio cuenta que
teníamos grandes escritores y aunque era un coro de muchas voces, la voz más
importante fue García Márquez con Cien años de soledad.
“Y cada novela que escribió después no tan sólo fue aclamada
por la crítica y traducida, y tuvo innumerables premios, sino que también eran
novelas populares. Era como leer Dickens o Balzac. La gente en las calles lee a
Gabriel García Márquez. Cada libro que escribió fue aclamado. Así que, en
cierto modo, él conquistó lectores y conquistó el mundo y le habló al mundo
acerca de nosotros, los latinoamericanos, y les hablo de quienes somos. En sus
páginas, nos vimos en cierto modo reflejados en un espejo”, expresó el poeta y
promotor cultural Eduardo Langagne.
México, parte fundamental en su vida y obra
Desde principios de los años sesenta, Gabriel García Márquez
fijó su residencia en México, luego de ejercer como corresponsal de la agencia
Prensa Latina en Estados Unidos, donde recibió amenazas y críticas.
A nuestro país, también llegó como periodista, recordó Hugo
Gutiérrez Vega, por lo que “conoció bien a México, porque siendo periodista
entró a los distintos ámbitos y recodos y rincones del país, él se consideraba
colombiano, seguía siendo colombiano, no sólo por nacionalidad sino por actitud
ante el mundo, ante la realidad, pero al mismo tiempo era mexicano, sus dos
residencias eran México y Colombia aunque llegó a ser un ciudadano del mundo”.
Jaime Labastida destacó que lo fundamental de su obra, lo
hizo en México, “él vivió aquí, no se olvidó de Colombia, mantenía una casa
sobre todo en Cartagena de Indias, pero él se hizo finalmente en México, a
México le debe, digamos, la mayor parte de su vida adulta y por lo tanto vida
consciente y aquí murió además”.
Cien años de soledad fue hecha en México. El mismo Gabriel
García Márquez contaba que desde joven quería escribir una novela en la que
sucediera todo, pero le faltaba experiencia vital y experiencia literaria.
Fue a finales de 1964, cuando se dirigía con su familia a
Acapulco que, “como una revelación, encontré exactamente el tono que
necesitaba. Y el tono era contarlo como contaba las cosas mi abuela. Porque yo
recuerdo que mi abuela contaba las cosas más fantásticas, y lo contaba en un
tono tan natural, tan sencillo, que era completamente convincente. Y entonces
no llegué a Acapulco. Regresé y me senté a escribir Cien años de soledad”,
relata.
Aunque México lo recibió con los brazos abiertos, René
Avilés Fabila advirtió que quizás su talento hubiera triunfado en Colombia, en
Cuba o en Francia, lugares que él amaba, pero también se le puede ver, junto a
otros, como “escritores mexicanos, muy formados entre nosotros y eso es también
de agradecer con toda sinceridad”.
En México también desarrolló su particular interés por el
cine, que inició con su participación en el cortometraje surrealista La
langosta azul de 1954 y continuó en nuestro país con sus adaptaciones a El
gallo de oro, cuento de Juan Rulfo, junto con Carlos Fuentes y Tiempo de morir.
Además entre 1965 y 1985 fue guionista de películas como En
este pueblo no hay ladrones, Juego peligroso, Patsy, mi amor, Presagio, La
viuda de Montiel, María de mi corazón, El año de la peste y Eréndira. Además
dirigió la adaptación de las cintas Crónica de una muerte anunciada y Edipo
Alcalde.
Sin embargo, fue su carrera literaria la que se vio coronada
con el Premio Nobel de Literatura en 1982 que disputó con autores de la talla
de Graham Greene y Günther Grass y del cual, Juan Rulfo señaló que “por primera
vez después de muchos años se ha dado un premio de literatura justo".
Además fue reconocido con el Premio de la Novela ESSO por La
mala hora (1961), el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Columbia en
Nueva York (1971), el Premio Rómulo Gallegos por Cien años de soledad (1972),
el Premio Jorge Dimitrov por la Paz (1979), la Medalla de la Legión de Honor de
Francia en París (1981) y la Condecoración Águila Azteca en México (1982).
Cabe señalar que su vocación periodística, de la cual Javier
Aranda destacó trabajos como las crónicas “que escribió de muy joven cuando era
corresponsal en Europa, que ya muchos escritores buenos, quisieran tener la
facilidad, la visión, la prosa de García Márquez”, lo llevó a crear en 1994 la
Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), con la finalidad de ayudar en
la formación de jóvenes periodistas y estimular nuevas formas de hacer
periodismo.
Fue en la ciudad de México, el 17 de abril del año pasado,
que Gabo falleció, a quien se brindó un sentido homenaje en el Palacio de
Bellas Artes, con la presencia de los presidentes de México, Enrique Peña Nieto
y de Colombia, Juan Manuel Santos, del presidente del Conaculta, Rafael Tovar y
de Teresa así como de más de 50 mil personas que acudieron a despedirlo en
medio de la lluvia de mariposas amarillas.
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