- Con ayuda del observatorio XMM-Newton de la Agencia Espacial Europea, investigadores del Instituto de Astronomía registraron el fenómeno que podría influir en la capacidad de la galaxia de producir estrellas nuevas, y llevarla lentamente a la muerte
- Se pensaba que ese tipo de vientos sólo ocurrían en los objetos más grandes, como galaxias elípticas gigantes
El hallazgo –realizado en la galaxia IRAS17020+4544, a 800
millones de años luz de nosotros– es relevante porque se pensaba que este tipo
de vientos sólo ocurría en objetos más grandes, como las galaxias elípticas
gigantes, formadas a través de una colisión dramática entre dos o más galaxias.
Ahora, por primera vez hemos observado estos vientos
superenergéticos en una galaxia “normal”, que no se ha fusionado recientemente
con otra, explicó Yair Krongold, investigador titular del IA. No sólo eso; se
trata, además, de la detección más sólida de un viento de este tipo hasta el
momento.
30 mil kilómetros por segundo
El científico explicó que por largo tiempo se han observado
vientos de baja velocidad, de menos del uno por ciento de la velocidad de la
luz, es decir, de cientos de kilómetros por segundo. Hasta hace poco se
detectaron los primeros eventos ultra rápidos, en un par de galaxias gigantes
que habían sufrido un choque, el cual provocó la caída de una gran cantidad de
material a su núcleo fusionado.
Krongold recordó que todas las galaxias, quizá con excepción
de las enanas, tienen hoyos negros supermasivos en sus núcleos, cuyos tamaños
pueden ser de millones y hasta mil millones de veces la masa del Sol. Así
ocurre en las galaxias espirales como la Vía Láctea y, por supuesto, en las
gigantes.
Cuando dos de ellas colisionan, sus agujeros se “funden” en
uno solo y se forma un disco de acreción de material remanente que forma un
cuásar; en su centro, el hoyo negro de mil millones de veces la masa del Sol se
“come” una gran cantidad de material y eso produce mucha energía y, por lo
tanto, luminosidad. En un par de esos objetos se observaron, por primera vez,
los vientos de ultra rápida velocidad.
En contraste, el agujero negro supermasivo de la galaxia
IRAS17020+4544 tiene apenas un millón de veces la masa del Sol y es similar al
de la Vía Láctea.
Los astrónomos de la UNAM descubrieron que ahí, en esa
galaxia “cualquiera”, el viento se mueve a 30 mil kilómetros por segundo, 10
por ciento de la velocidad de la luz, lo suficientemente energético para
calentar el gas de todo el conjunto y “apagar” a las nuevas estrellas.
Ese viento, formado por átomos de hidrógeno, oxígeno y demás
elementos, se produce cuando los fotones presentes en un núcleo activo en el
centro de una galaxia empujan al material de alrededor, o debido a campos
magnéticos, detalló el doctor por esta casa de estudios e investigador
posdoctoral en el Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics, de la
Universidad de Harvard y del Smithsonian Astrophysical Observatory.
Ese fenómeno puede inhibir el nacimiento de nuevos soles. Se
sabe que, para que se formen, las estrellas requieren gas más o menos frío que
colapse. “Si se le ‘inyecta’ energía, incluso a través de la colisión de las
partículas del viento con el gas galáctico, este último se calienta y se
expande. Por ello no puede colapsar para formar estrellas”.
Incluso, se cree que los vientos pueden ser tan energéticos
que no sólo calientan el gas, sino que lo arrancan y lo mandan al medio
intergaláctico. De esa forma, dejarían de nacer más estrellas y la galaxia
comenzaría a morir.
Yair Krongold expuso que el observatorio XMM-Newton que
orbita la Tierra recibe los rayos X del núcleo de las galaxias. Al descomponer
la luz (como ocurre con un haz de luz visible que al atravesar un prisma forma
el arcoíris) se ve un espectro y líneas de absorción entre los “colores”.
Hay rangos donde no se observa luz; significa que ahí los
átomos que forman el viento se están “comiendo” la radiación que sale del
núcleo galáctico. También se determina qué tipo de átomos son, abundó el
especialista. En este caso se vio la presencia de oxígeno y se precisó la
velocidad a la cual se mueve el material. Eso fue novedoso, porque antes se
había usado hierro.
IRAS17020+4544 y la Vía Láctea no sólo comparten su forma
espiral, sino el tamaño; aunque el agujero negro de aquélla es cuatro veces
menor que el de nuestra galaxia, ninguna de las dos es perturbada por otra. En
lo que se diferencian es que aquel hoyo supermasivo come mucho material, y el
nuestro está “dormido”.
Dada la similitud de esa galaxia espiral con la nuestra,
este resultado genera nuevas inquietudes sobre la historia de la Vía Láctea, y
de manera aún más interesante, sobre su futuro, consideró el investigador.
Sabemos, abundó, que quizá hasta hace unos cientos de años
su hoyo negro pudo haber estado en fase activa, “alimentándose”. Surgen
preguntas, como si eso pudo haber afectado la formación de estrellas o si, en
el futuro se produjera un viento ultra rápido, cómo afectaría la evolución de
nuestra galaxia.
Las galaxias y sus agujeros negros evolucionan de manera
conjunta, y los vientos podrían ser la razón. Ése y otros cuestionamientos,
como la manera en que llega suficiente material al núcleo para producir los
vientos cuando se trata de una galaxia “normal”, o la duración de ellos, están
aún por contestarse.
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