- Se presume que se trata de una construcción entre los años 550 y 800 d.C. que podría ser parte de la subestructura localizada arqueológicamente en 1931
Los investigadores René Chávez Segura, Gerardo Cifuentes
Nava y Esteban Hernández Quintero, del Instituto de Geofísica (IGf), junto con
Andrés Tejero Andrade, de la Facultad de Ingeniería (FI) de la UNAM, y la
arqueóloga del INAH, Denisse Argote Espino, comentaron que los exámenes
geofísicos de tomografía de resistividad eléctrica 3D aplicados a la Pirámide
de Kukulcán, revalidan la presencia de un cuerpo de agua bajo el templo, que
fue dado a conocer en agosto de 2015.
Los académicos de la UNAM indicaron que, al igual que en su
anterior fase de trabajo, usaron una tecnología innovadora a nivel mundial
desarrollada por ellos mismos, que se vale de herramientas comerciales y no
invasivas de exploración geofísica somera, para colocar detectores eléctricos
alrededor de la pirámide y transmitir corriente en aras de “iluminar” el
interior del templo y obtener datos como la diferencia de potencial y la
resistividad del subsuelo.
El análisis de los cambios en las propiedades físicas
subterráneas, así como un examen en 2D desde una escalinata interna localizada
arqueológicamente en 1931, les permitió trazar las dimensiones de una segunda
subestructura en el costado sureste de la pirámide, que aproximadamente mediría
13 metros de alto, por 12 metros en dirección sur-norte y 18 en dirección
este-oeste.
La arqueóloga Denisse Argote aseveró que por medio de los
nuevos datos podrá conocerse más de la primera etapa monumental de Chichén
Itzá, aquella cuando los “mayas puros”, es decir, sin contacto aún con civilizaciones
extranjeras del actual centro de México, iniciaron la edificación de templos y
edificios con alturas mayores a los cinco o diez metros de altura.
Al igual que otros sitios arqueológicos prehispánicos, aunó,
la pirámide original y otras construcciones de la urbe, fueron cubiertas
durante una segunda etapa habitacional, entre los años 800 y 1,000 d.C., y
nuevamente por la tercera y actualmente visible etapa, desarrollada entre los
años 1,050 y 1,300 d.C.
Estas fases constructivas se deben a múltiples factores, desde la renovación en los grupos de poder hasta el deterioro natural de los edificios, sin embargo, los constructores se limitaban a rellenar y cubrir los templos antiguos ya que, justamente, se trataba de lugares sagrados que no podían destruirse pues eran necesarios para mantener el contacto con sus mundos espirituales”.
Otra teoría manejada por los especialistas es que, dada la
mayor cercanía de esta segunda subestructura con la ubicación del agua en el
subsuelo, los primeros habitantes de la ciudad conocían la existencia de dicho
cuerpo de agua, al cual no únicamente veían como elemento clave para su
subsistencia agrícola, sino como una representación cosmogónica del origen de
la vida y, a la vez, del inframundo.
Los investigadores encomiaron también los logros
tecnológicos y logísticos del proyecto desarrollado desde 2014 y que ha
concluido con este descubrimiento; en este sentido agradecieron a los
colaboradores que les permitieron desarrollar su trabajo en un área que, en
promedio, recibe diariamente entre 6 mil y 10 mil visitantes.
Señalaron por último que la confirmación geofísica tanto del
cenote como de la segunda subestructura, podría guiar a futuros trabajos de
exploración arqueológica para ubicar el acceso al adoratorio primigenio de la
zona.
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