Brasil.- "Había hecho un viaje larguísimo",
rememoró Hiroshi Kagawa, un hombre diminuto y con la cara llena de arrugas,
cuyos ojos aún brillan cuando habla de fútbol. "Era el Olympiastadion de
Múnich, la final de la Copa Mundial 1974. Sigue vívida en mi memoria. Johan
Cruyff de naranja y Franz Beckenbauer de blanco. Me sentí muy agradecido".
La cita de 1974 fue la primera de Kagawa como periodista.
Después cubriría nueve más, recorriendo de paso el mundo entero desde su hogar
en Kobe, Japón. Se perdió la de Sudáfrica, hace cuatro años, por un problema de
salud, pero ahora ha regresado para la décima. A sus 89 años, es el
representante de la prensa más veterano de todos los presentes en Brasil.
Entre el murmullo habitual de la sala de prensa del Arena
Pernambuco, Kagawa se mostró tranquilo, la mirada atenta tras sus gruesas gafas
bifocales, mientras los reporteros más jóvenes andaban a gritos con sus
teléfonos móviles a la caza del titular. Su entrevista con FIFA.com llevó más
de una hora porque los periodistas japoneses no paraban de interrumpir
constantemente, no por falta de educación, sino por el respeto que le profesan:
le trajeron agua con una reverencia y una sonrisa, como lo harían con su propio
abuelo; le hicieron fotos, anunciando orgullosos que son sus amigos; y le
ayudaron atentos a subir la gran escalera de cemento que da acceso a la tribuna
de prensa del estadio. Allí, rodeado de ordenadores y aparatos de alta
tecnología, Kagawa se sentó con un bolígrafo y un cuaderno de notas, como
congelado en el tiempo, para ver jugar a Japón.
Nacido en Kobe en 1924, Kagawa estaba fascinado por los
viajeros que arribaban al famoso puerto desde tierras lejanas. "En Kobe
hay un ambiente internacional", explicó por medio de su intérprete,
recordando los tiempos anteriores a la televisión y a Internet, cuando todo lo
extranjero llegaba con cuentagotas a través del mar. "Conocí gente de
diferentes lugares, de todo el globo, y eso me ayudó a pensar en el mundo como
algo más grande".
De joven fue un futbolista entusiasta, pero en 1944 fue
llamado a filas, en los compases finales de la Segunda Guerra Mundial.
Destinado a la fuerza aérea, este hombre amable y creativo, con un don especial
para establecer puentes entre las personas, completó su entrenamiento y realizó
algunas misiones como piloto kamikaze a los mandos de un avión cargado con
explosivos. "Tuve mucha suerte de salir con vida", aseveró.
Tras la agonía de las bombas atómicas de Hiroshima y
Nagasaki, Kagawa centró su atención en el fútbol, en las conexiones que podía
forjar y en el poder curativo que podía ejercer en un país devastado como el
suyo. "El fútbol era una fuerza positiva en el mundo y eso era algo que yo
podía utilizar para ayudar a Japón", apuntó acerca de sus primeros pasos
en el periodismo. Su primer encargo fue para un periódico vespertino de Kyoto,
y curiosamente trataba de la visita de buena voluntad que realizó el
Helsingborgs sueco en 1951.
"Quería que Japón estuviera a la altura de los mejores
equipos y que formara parte de la comunidad global del fútbol", afirmó. No
obstante, existían otros obstáculos. En el Japón de posguerra primaba el
béisbol, importado de Estados Unidos. "El fútbol no era muy popular,
estaba por debajo del béisbol, incluso por debajo del rugby", declaró
Kagawa, que continuó su carrera en el Sankei Shimbun, un periódico de Osaka,
antes de convertirse en redactor jefe del Sankei Sports. "Muchos pensaban
que nosotros, los japoneses, éramos demasiado pequeños para jugar al fútbol.
Había mucho pesimismo".
Amplitud de miras
Entonces empezó a viajar, primero a Asia y a continuación
más allá, en busca de cosas que contar. Vio la pasión que el fútbol generaba.
Llegar a Alemania en 1974 fue la culminación de un viaje y el comienzo de otro.
Se sentó en una mesa bajo la cubierta de tela de araña del viejo Olympiastadion
de Múnich y fue testigo de un punto de inflexión en la historia de este
deporte. "Ese encuentro fue la génesis del fútbol moderno", aseguró.
Para él fue toda una inspiración.
El primer artículo que envió a Japón en la ya famosa serie A
World Cup Journey abría con la siguiente frase: "Berti Vogts es un buen
hombre". Hay que tener temple para escribir algo así, en vísperas de
aquella famosa final, sobre el defensa alemán encargado de mantener a raya al
mejor jugador de la época, Johan Cruyff.
Desde entonces, Kagawa ha visto prosperar el fútbol en su
país natal. Gracias a sus crónicas, a su pasión y a sus ansias de iluminar y
transmitir las virtudes de este deporte, el fútbol echó raíces en Japón. Vio a
su selección clasificarse para su primera Copa Mundial en 1998. "No pueden
ni imaginar el orgullo que sentí". El viejo reportero, ahora freelance, ha
visto a los suyos ponerse a la cabeza de Asia y producir grandes figuras como
Hidetoshi Nakata o talentos incomprendidos como Kazu Miura. Los futbolistas
japoneses militan ahora en los mejores clubes de Europa y el país incluso
organizó una Copa Mundial. Finalmente, ha logrado ver a Japón plenamente
integrado en el mundo del fútbol, uno más de la gran familia planetaria.
La entrevista se detuvo por unos instantes cuando la sala de
prensa estallo de pronto en un estruendo. Los reporteros se arremolinaron en
torno a las pantallas de televisión y Kagawa se incorporó apoyado en los brazos
de su silla, con la nariz al viento. Inglaterra acababa de igualar contra
Italia en su primer duelo, en Manaos, en plena selva amazónica. "Quizás
deberíamos terminar la entrevista más tarde", anunció sonriente, con su
inglés chapurreado. Está claro que él prefería ver el partido.
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