- La escritora chilena rompe ideas que se han cristalizado sobre la vida en los territorios ocupados por Israel
- El pueblo palestino vive una orfandad donde la comunidad se hace de la vista gorda, dice la premio Sor Juana Inés de la Cruz
México, DF.- La construcción de la identidad de las personas
es algo parecido a un proceso de suma y resta. Nunca se llega a tener una
identidad fija que sea como un territorio de fronteras bien dibujadas. Así
describe la escritora Lina Meruane la experiencia que vivió al escribir la
crónica de viaje Volverse palestina, que presentó en México este 1 de octubre.
Narradora, editora y profesora, Lina Meruane nació en Chile
en el seno de una familia de origen palestino. Después de haber escrito novelas
que le merecieron reconocimientos literarios, como el Sor Juana Inés de la Cruz
(México, 2012) o el Anna Seghers (Berlín, 2011), emprendió un proyecto personal
al que parecían invitarla muchos signos: recuerdos familiares, conversaciones
con taxistas, encuentros casuales con personas exiliadas. Así emprendió un
viaje en busca de su origen familiar, donde lo que encontró no era lo que
inicialmente buscaba.
“Ese viaje a Palestina despertó en mí una conciencia más
política y me hizo darme cuenta que yo sabía realmente poco sobre la
inmigración de mis abuelos a Chile, que percibía como una especie de rumor de
fondo familiar: existía, pero yo no le había prestado suficiente atención. Era
una inmigración antigua, con una asimilación muy poderosa y, por lo tanto, esa
parte mía no tenía el registro y el relato necesario para entender mejor las
complicaciones de la inmigración y todo el proceso de asimilación”, explicó en
entrevista la autora de la colección de relatos Las infantas (1998) y de las
novelas Fruta podrida (2007) y Sangre en el ojo (2012).
En su nuevo libro, Lina Meruane cuenta cómo, a diferencia de
su padre quien decidió no volver a la tierra de donde fueron expulsados sus
progenitores, ella decide ir a Palestina, Israel y los territorios ocupados, en
busca de la casa de sus abuelos y del origen de su apellido y linaje biológico.
En este viaje tiene encuentros con personas reales que hacen que mire de manera
diferente lo que es árabe, lo que es musulmán y su propia raíz palestina.
“Nosotros tendemos a pensar que la identidad es algo
estático, fijo, que tiene contornos que conocemos bien y podemos delimitar. Y
lo que descubrí en esa búsqueda es que precisamente es lo contrario. La
identidad está constituida por una serie de sumas y restas: es un proceso.
“Creo que es importante que la identidad no sea algo fijo,
porque de ser así se puede volver un concepto esencialista que eventualmente
genera formas de fanatismo contra nuestra propia esencia o puede generar ideas
de superioridad frente a otras identidades”, añade la actuaL profesora de la
Universidad de Nueva York.
“Todo ese relato de la cuestión del apellido, de ir a buscar
la casa de mi abuelo, son formas que intenté manifestar como pequeño fracaso y
pensar más bien en una especie de proceso”, apuntó.
Lina Meruane comparte en voz alta su sensación de que el
pueblo palestino está muy huérfano. No solamente porque ha sido desplazado
muchas veces y ha perdido su conexión con su hogar, sino que además ha muerto
mucha gente de su comunidad y eso también es una forma de orfandad.
“Siempre se piensa en la orfandad en relación con los
padres, pero también existe en relación con la familia, con los hermanos, con
diferentes pérdidas. Además, el pueblo palestino es un pueblo que está muy
huérfano en términos del mundo. Nuestra comunidad internacional no está
protegiendo a ese pueblo palestino de las cosas terribles que le están pasando.
Esta sensación de que hay un sentido de la pérdida, atraviesa el texto, pero no
es mi pérdida personal, es el sentimiento de un pueblo que es la comunidad de
refugiados más grande del mundo. Es también una especie de soledad frente a la
comunidad internacional que se ha hecho realmente de la vista gorda desde
principios de siglo”, dice la escritora chilena.
Durante su breve visita a la Ciudad de México Meruane dice
que intentó escribir este libro como una especie de invitación a descubrir una
realidad que está invisible y en algunos casos está relatada de una manera muy
distorsionada.
“Tenemos cristalizadas ideas acerca de lo que es Palestina,
sobre quiénes son los palestinos, sobre quiénes son los musulmanes y tenemos
ahí unos estereotipos muy rígidos y dañinos respecto a esa comunidad. Lo que
intenté hacer en este libro y espero que sienta el lector cuando lo lea es ir
atravesando esas fronteras y romper esas cristalizaciones para mostrar una cara
más real y un paisaje más humano de ese territorio e invitar al lector a hacer
ese viaje conmigo y e ir descubriendo lo que hay ahí”.
Una de las experiencias más decisivas para la autora de
Volverse palestina fue armar una especie de pequeña vida con personas
musulmanas. Tener una vida cotidiana, ir al mercado, salir, hablar, entender un
poco el mundo en el que viven. Eso fue importante porque no hizo un viaje de
turismo, sino entender cómo eran esas vidas reales.
“Lo que me sucedió de una manera muy poderosa fue la
identificación de una manera muy fuerte precisamente con personas, como una
mujer llamada Zima, quien además se me parecía mucho físicamente, y llegué a
sentir que tenía una hermana musulmana –yo no tengo hermanas- y la sensación de
que su vida podría haber sido la mía.
“Creo que en ese encuentro con Zima y con su esposo, Ankar,
tuve una percepción muy clara de lo que era vivir en este lugar y de la
problemática que implicaba para ellos vivir en este lugar. Ellos son una pareja
que vive dentro de Israel, pero que pertenecen a la comunidad palestina y
dentro de la propia comunidad es diferente ser un refugiado que alguien que
vive en los territorios, que alguien que vive en Israel. Hay mucha
desconfianza, muchas fracturas dentro de la propia comunidad, por las
relaciones que han establecido con la comunidad israelí”, añadió.
La vida con la familia de Zima y Ankar le permitió a la
autora entender por qué era tan importante para los palestinos no irse, por qué
quedarse ahí en una situación tan desventajosa, tan difícil, por qué criar a
los hijos ahí en una situación tan violenta.
“Entendí que ellos necesitaban quedarse ahí porque es la
única manera de marcar una presencia en ese territorio. También hay una
decisión muy política de no irse y cumplir el deseo de la comunidad sionista
más radical que quisiera que todos los palestinos desaparecieran del
territorio. Esto me permitió comprender y hacerme parte de esta idea de que era
importante volver, era importante seguir hablando de lo que está sucediendo y
era importante seguir marcando una presencia y una demanda sobre la situación política. Eso
también, vivir y hablar y quedarme con estas personas e interiorizar ese deseo
que es muy grande”, concluyó la autora de Volverse palestina.
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