- El escritor nacido en Bélgica contó cómo influyó ser el menor de siete hermanos en su amor por las historias
México, DF.- Los escritores tienen que confiar mucho en su
voz interna cuando están creando y en mi caso esa voz interna es generalmente
la de un niño de 10 años que habla sobre sus hermanos, su papá, su mamá, su
abuelita y sus hermanos, así lo contó el escritor Bart Moeyaert en su primera
visita a México al participar en el 17 Seminario Internacional de Fomento a la
Lectura.
El escritor nacido en Bélgica, agregó que al escuchar su voz
interna encuentra situaciones en donde los niños se sienten cómodos, incómodos,
tristes o entusiasmados, y aunque su propósito central es escribir sobre la
vida, gran parte de su obra sí puede considerarse literatura infantil.
Ganador de 11 premios internacionales de literatura infantil
por sus libros Manos desnudas (Bare hands) y Hermanos (Brothers), el escritor
hijo de un profesor y una camarista del castillo de Gruuthuse, en Bélgica,
manifestó su felicidad de estar en México en el 17 Seminario Internacional de
Fomento a la Lectura y en la 34 Feria Internacional del Libro Infantil y
Juvenil (FILIJ).
Bart Moeyaert usa el cabello como Bart Simpson. Lo sabe y se
ríe. Aunque podría pensarse que es un hombre serio y solemne porque ha sido
nombrado director artístico de la Feria del Libro de Francfort 2016, donde los
países invitados de honor serán Bélgica y Holanda, en realidad sus palabras y
sus acciones son como las de un niño que habita dentro de un cuento donde hay
castillos, niños, literas, abuelitas y padres amorosos.
En el Teatro de las Artes, del Centro Nacional de las Artes
(Cenart), Bart saludó en español a los 600 profesores y promotores de lectura
que asisten al segundo encuentro académico más antiguo de profesionales del
libro en español, creado poco después del de Buenos Aires, Argentina.
“Nací en Bélgica ¿saben dónde está Bélgica?”, preguntó este
hombre alto, delgado y con corte de pelo semi-punk. Luego tomó una silla y se
subió sobre ella, giró hasta estar de perfil y se puso casi de cuclillas. “Si
buscan Bélgica en un mapa se darán cuenta que se ve como yo. Pero hay algo que
no se ve en el mapa: las piernas hablan francés, porque están muy cerca de
Francia, y el torso y la parte de arriba hablan flamenco, porque están cerca de
Holanda”, compartió antes de comenzar una narración teatral sobre cómo llegó a
convertirse en escritor de historias infantiles, las cuales han sido traducidas
a 19 idiomas. Su conferencia se intituló Escribir con lápiz, el mundo según
Bart Moeyaert.
Con una serie de gestos, movimientos en el escenario y un
hilo narrativo difícil de soltar, Moeyaert contó que al igual que la mayoría de
las personas, siempre que viaja trae a su mamá y a su papá con él, aunque
aclaró que sólo lo hace mentalmente, pero ellos siempre están presentes en su
trabajo y en su vida.
Habló sobre lo dura que fue la Segunda Guerra Mundial para
sus padres y abuelos, pero aclaró que lo bueno de una guerra es que puede
terminar en una fiesta y gracias a ello se conocieron sus padres y nacieron él
y sus otros seis hermanos.
Narró cómo durante las comidas la familia completa se
sentaba alrededor de la mesa, junto con la abuela, y cada hijo contaba sus
historias, empezando por el mayor por eso a él, que era el más chico, casi
nunca le tocaba contar sus propias historias, pero se recostaba debajo de la
mesa y escuchaba. Así aprendió a contar historias.
Aquel niño que nació en 1964 miraba, desde debajo de la mesa
familiar, los rostros de interés y de aburrimiento que se dibujaban en los
rostros de su familia cada vez que una parte de un cuento o anécdota era
narrado. También percibía cuando la
abuela quería decir algo, mientras las plumas de sus pantuflas se movían con el
airecillo que hacía.
“Curiosamente no escribo sólo para niños. Escribo lo que me
gusta y porque me gusta. Los personajes de mi primera novela tienen 10 años,
pero podrían ser jóvenes de 15. Prefiero que el público lea por sí mismo sin
que encasillen el libro en un público de determinada edad”, explicó cuando hizo
mención de su libro Bare hands, el cual trata sobre dos amigos que
accidentalmente matan al pato que es la mascota de un granjero vecino y aunque
tratan de escapar del lugar, su perro es atrapado por el dueño del pato muerto.
Ellos viven entonces un conflicto emocional sobre qué hacer ante la muerte de
la mascota de su vecino.
“Para mí, escribir es como presentar un álbum fotográfico
donde algunas cosas son reales y otras son imaginarias. Lo que hice fue
trasladar, en parte, la historia de mi familia a mis libros. Desde la primera
novela lo que he hecho es apegarme a lo que creo que debo hacer”, indicó.

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