La pandemia del coronavirus es la crónica de un evento anunciado

Desde hace algunos años, los modelos de pronóstico vaticinaban eventos catastróficos de alcance global, hablaban incluso de la posibilidad de epidemias de carácter global, dice el director de la maestría en bioética de la Universidad de La Habana y miembro del Comité Internacional de Bioética de la UNESCO, José Ramón Acosta.
Se ha demostrado el fallo del modelo que minimizó el papel fundamental del Estado en la atención de salud y como máximo responsable de proveer seguridad y atención a los enfermos: José Ramón Acosta, miembro del Comité Internacional de Bioética de la UNESCO.
Ginebra.- Desde hace algunos años, los modelos de pronóstico vaticinaban eventos catastróficos de alcance global, hablaban incluso de la posibilidad de epidemias de carácter global, dice el director de la maestría en bioética de la Universidad de La Habana y miembro del Comité Internacional de Bioética de la UNESCO, José Ramón Acosta. “El COVID-19 ha venido a confirmar los pronósticos sobre la incapacidad de la estructuración actual de los modelos de salud y las redes sociales que deben sustentarlo para enfrentar un suceso de este tipo”, subraya.

El surgimiento del coronavirus SARS-COV-2 en tan solo unos meses ha colocado al mundo en una encrucijada, causando hasta el momento unas 300.000 muertes e infectando a más de 4,5 millones de personas, además de provocar una crisis económica sin paralelos y cambiar las relaciones humanas, implantando nuevas formas de trabajo y sociabilización. 

Este profundo impacto y las transformaciones que ha implicado, no obstante, no deberían ser sorpresivas porque se habían advertido a lo largo de los años, recordó el profesor José Ramón Acosta Sariego, máster en bioética y doctor en ciencias filosóficas, quien dirige la maestría en bioética de la Universidad de La Habana.

“Es una crónica de algo que estaba anunciado. Desde hace algunos años, los modelos de pronóstico vaticinaban eventos catastróficos de alcance global, se hablaba, incluso, de la posibilidad de epidemias de carácter global”, dijo el especialista en una entrevista con Noticia ONU.

El SARS 2, que apareció en 2002, y la gripe H1N1 (2009), fueron premonitorios de lo que podía venir, agregó. 

Pero estas advertencias no tuvieron eco en la preparación de los países para enfrentar lo que podía venir y los sistemas de salud, lejos de ser reforzados, en muchos casos fueron desmantelados.

El doctor Acosta citó el estudio publicado en octubre pasado por la Universidad John Hopkins en el que se presentó Índice Global sobre Seguridad de los Sistemas Sanitarios, que analiza la capacidad de los países para responder a una emergencia de salud y afirma que “ninguno está preparado para enfrentar una epidemia o pandemia” y que “todos tienen brechas importantes por cubrir”. 

“La seguridad nacional en materia de salud es básicamente débil en todo el mundo”, es la principal conclusión del documento.

El índice muestra que Estados Unidos es el país con mayor capacidad para cuidar la salud de sus ciudadanos y afrontar un acontecimiento sorpresivo de grandes proporciones; sin embargo, agrega que pese a esta capacidad no tiene la preparación que hace falta para hacerlo. Actualmente es el país más golpeado por la pandemia con cifras que rebasan los 1,5 millones de infectados y 90.000 decesos.

“El COVID-19 ha venido a confirmar los vaticinios de la incapacidad de la estructuración actual de los modelos de salud y las redes sociales que deben sustentarlo para encarar un evento de este tipo”, afirmó Acosta Sariego, quien fue recientemente electo como miembro del Comité Internacional de Bioética de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y también forma parte de la Red Bioética de esta para América Latina y el Caribe.

Modelo neoliberal

En su opinión, el presente del mundo está muy comprometido pues “sabemos que vamos a salir pero en qué condiciones vamos a salir, es incierto todavía”.

“Es una realidad que el modelo económico y social que se impuso después del fin de la guerra fría y su aplicación estricta de los preceptos neoliberales fueron desmontando los sistemas de atención social, dentro de ellos los sistemas de salud, incluso los que habían alcanzado las sociedades industriales. Los sistemas de salud ya resultaban insuficientes para resolver los problemas de la salud cotidiana, mucho menos estaban preparados para enfrentar una situación de desastre que, en cualquier caso, rebasa el terreno sanitario. Tiene que haber una previsión sobre lo que puede hacer una sociedad ante una situación de desastre”, enfatizó.

El profesor Acosta se refirió al caso de España, “que llegó a tener uno de los mejores sistemas de salud del mundo”, pero que desmontó a partir de la década de los años 90 y que “se vio incapacitado para enfrentar la pandemia en un primer momento”.

América Latina, por su parte, al seguir un modelo neoliberal “privatizó un modelo de salud empresarial cuyo negocio es la enfermedad y no la salud, privilegió la atención privada y descuidó las medidas de prevención”, lamentó.

Pero el Estado no se puede desentender de la atención de salud a la población, ni debe verlo como una cuestión de asistencia sólo a las clases desfavorecidas.

“Hay que establecer pronósticos de modelaje y desarrollo de eventos de este tipo para saber qué demanda de recursos habrá en un determinado momento, hasta dónde se puede resolver con los que se tienen disponibles y cuándo hay que tomar decisiones en un momento en que los recursos no van a ser suficientes. Desde hace tiempo existen protocolos de cómo se toman decisiones y se aplican los recursos por ejemplo, en las unidades de cuidados intensivos”, explicó el doctor Acosta.

Abundó que toda epidemia tiene diferentes fases, “en la primera, los recursos todavía pueden ser suficientes. Mientras más se aplane la curva de ascenso y se llegue, en su lugar, a una meseta, mejor se podrán utilizar los recursos. Eso es lo que se ha intentado en Cuba, por ejemplo, tratar de tomar una serie de medidas para evitar un pico que sobrepase la capacidad de respuesta y activar una serie de mecanismos sociales para evitar que el desarrollo de la enfermedad sobrepase la capacidad de respuesta del sistema”.

El caso cubano

En el pasado, Cuba ha sido reconocida por su capacidad de respuesta a los desastres naturales, pero ¿funciona igual en este caso, o le sorprendió de alguna manera más frágil que cuando llega un huracán, por ejemplo?

“Nuestra situación geográfica y otros elementos de carácter económico y hasta político nos han llevado a prever situaciones de desastres naturales y de otro tipo, y sí existe un modelaje de cómo se va a desarrollar la pandemia en el país y cómo, por etapas, ahora estamos en la segunda, que es pre epidémica, pero ya con transmisión local, se espera que la fase epidémica sea para el próximo mes e ir adecuando los recursos según se desarrolle el evento”, apuntó.

Añadió que el COVID-19 ha sido un evento muy rápido, con los primeros casos diagnosticados en diciembre, conocimiento de la estructura genética del virus en enero y transmisión autóctona a en 182 países para mediados de abril. “Hasta ahora en Cuba, con las medidas no sólo en el orden de la organización sanitaria sino las sociales y generales que se han tomado, hemos logrado una letalidad y morbilidad muy bajas, muy por debajo de la vista en América Latina. Todos los muertos duelen, por supuesto, pero incluso en países con poblaciones semejantes a la nuestra en cantidad, registran tasas más altas. Hasta ahora, el evento ha sido manejable en unas condiciones que no tienen otros países a partir de un cerco de sanciones que, lejos de aflojar, en estos momentos han arreciado.”

Al 19 de abril, Cuba registra 1181 casos confirmados y 79 defunciones.

Trabajo distinto y gratificante

Durante la contingencia, el doctor Acosta realiza una labor diferente a la que hubiera imaginado un profesional acostumbrado a estar en el terreno, pero que, al mismo tiempo le brinda gran satisfacción.

Debido a que el personal sanitario mayor de 60 años –“tengo 66”, aclara-, es más vulnerable al contagio, esos trabajadores encontraron otras formas de servir en la emergencia.

“Se nos solicitó a un grupo de profesores de experiencia que integráramos un equipo de comunicación con la población. Una de las redes que se ha establecido es un servicio que habitualmente da el Ministerio de Salud. Hay una línea para responder las 24 horas cualquier inquietud de la población. Eso normalmente lo hace una sola persona por turno. Ahora se han creado cinco equipos de siete personas que, en turnos bastante intensos, respondemos y tratamos de dar solución a los problemas que la población va planteando. Trabajamos 12 horas y descansamos 36. Los turnos son muy intensos porque desde que nos sentamos estamos respondiendo todas las inquietudes, por eso se escogió a profesores para hacer el trabajo, para que fueran capaces de dar respuestas.”

“Estoy muy satisfecho con este trabajo, realmente me siento útil ya que por mi edad y condición de hipertensión no podía estar directamente en el terreno como en otras ocasiones y como me hubiera gustado, pero me dieron la oportunidad de contribuir y me siento útil, me siento muy gratificado con esto y todos los otros compañeros que trabajan en lo mismo así lo manifiestan”, asevera.

Responsabilidad compartida

Dada su vasta experiencia en la primera línea, el doctor sabe que cuando la enfermedad llega y hay escasez de recursos, los trabajadores sanitarios se encuentran con escenarios muy complicados en los que no sólo deben tomar decisiones que pueden ser terribles sino que ellos mismos corren un riesgo altísimo.

En este sentido, destacó el sentido del deber de los trabajadores de salud: “Todos lo que hemos abrazado las profesiones de la salud sabemos que eso implica una gran responsabilidad social y que eso implica un riesgo superior al que tiene el resto de la población. Siempre hay riesgo, hasta en tiempos digamos normales, ahora se multiplican por la frecuencia y extensión que tiene la enfermedad.”

Pero la responsabilidad no atañe únicamente a los trabajadores sanitarios, reiteró. “Los Estados tienen la responsabilidad de proveer a los trabajadores de la salud los medios de protección indispensables de acuerdo con el nivel de riesgo de la actividad que estén haciendo. Hay una responsabilidad compartida, la individual e insoslayable del personal de la salud de asumir sus funciones en tiempos difíciles como éste y la responsabilidad de los Estados, que es esencial. Se ha demostrado el fallo del modelo que minimizó el papel fundamental del Estado en la atención de salud y como máximo responsable de proveer los elementos de seguridad necesarios y de atención a los enfermos. Hay una responsabilidad individual del trabajador de salud y una social, que es protegerlo.”

Entrevista: Carla García

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